viernes, 23 de diciembre de 2011

Realmente sucedió así (II)

Aquellas Navidades, un hombre demacrado, escuálido, con un traje que algún día fue rojo plagado de remiendos, y que no había tomado una ducha desde hacía semanas, bajó por la chimenea de la familia Pérez. Se dirigió con tal ansia en dirección al plato con trocitos de diferentes variedades de turrones, que sus zapatos desgastados y embarrados, tropezaron con el borde de la alfombra y cayó de bruces. El pequeño Luis, que tenía el sueño muy ligero todas las noches de 24 de diciembre, acudió presuroso al salón. Fue una sorpresa tan feliz para el inocente niño, que ignoró el lamentable estado de Papá Noel. A gritos, llamó a sus padres, que aparecieron somnolientos ante la insistencia de su hijo. Se quedaron petrificados. Y en el momento en que la madre ya estaba agarrando el auricular para telefonear a la policía, Luisito comentó alegremente:
-          
           Que dice mi amigo Nicolás que necesita un lugar donde vivir.