martes, 31 de diciembre de 2013

2014, te reto

Vivir es un desafío continuo. En un mundo en constante cambio, acomodarse y rendirse ante la rutina - más o menos cómoda-, no puede sino impedirnos llegar más lejos.
En 2013, la manida frase de "Todo llega" me demostró lo importante que es tener paciencia y conservar las fuerzas, cuando tras una larga búsqueda, me ofrecieron un puesto de trabajo en un país lejos de casa.
En 2013, comencé, con frecuencia, a hablar de mí, en la primera persona del plural, poniendo en evidencia que mi corazón está alegremente ocupado.

Os deseo un muy feliz 2014.

Por mi parte, me propongo como deber, aunque que de obligación tenga poco, retomar este espacio, y reto al 2014 a que sea, al menos, tan bueno como su predecesor.


martes, 12 de marzo de 2013

Buenas noticias :)

¡He comenzado a trabajar en lo que he estudiado (y me gusta) en una empresa genial en Reino Unido!

Estoy muy feliz y quería compartirlo con vosotros :)

(Historia basada en hechos reales ¡¡!!)

domingo, 24 de febrero de 2013

Un mar de dudas

Ilustración de Javier Pajuelo

Recostada sobre el esponjoso césped del parque, Jane meditaba sobre la expresión popular “estar hecho un mar de dudas”. Sacudía ligeramente la cabeza, ejecutando un movimiento equivalente al asentir –aunque, desde su posición horizontal-, mientras pensaba que aquella descriptiva metáfora estaba claramente inspirada en su persona.

Tenía los ojos cerrados, el ceño fruncido, y ambas manos ocupadas en cercenar briznas de hierba, con rabioso ímpetu, pero, a la vez, serena indiferencia. “Un mar de dudas”. Y un mar de contradicciones.

A pesar de su apariencia exterior tan sólida, yaciente en el parque, Jane se imaginaba flotando a merced de la corriente de algún océano, inundada por la incertidumbre. Se zambullía en recónditas aguas, donde multitud de peces la rodeaban y trataban de apagicuarla, asegurándole que todo iría bien, allá en tierra firme. 

Envuelta y protegida por ese mar en su interior, trataba de recobrar la calma, y reunir las fuerzas para nadar a la superficie y tomar una gran bocanada de aire.

Pero, en aquella ocasión, fue tanta la celeridad con la que impulsó su torso a 90 grados de distancia del suelo, que se mareó completamente, y numerosos peces payaso emergieron a su alrededor.



(Muchas gracias a Javier Pajuelo, por permitirme utilizar su preciosa ilustración para crear este microrrelato. Podéis encontrar más trabajos suyos en su blog Sustancia Inestable)

domingo, 10 de febrero de 2013

Ay, corazón


En ciertos casos de gran alegría súbita,
el corazón sufre un inmediato ensanchamiento.
Y queda así, en tensión y agigantado,
por tiempo indefinido.


Fotograma de "Tour Eiffel", uno de los cortos de "Paris, Je T'aime"

lunes, 28 de enero de 2013

Los sueños, ¿sueños son?


(Porque cualquier día puede no ser un día cualquiera.)

Elena se despertaba cada mañana con los primeros rayos de sol, que encontraban su camino a través de esas pocas rendijas de la persiana que ella dejaba entreabiertas, como bienvenida. Y así también, las pupilas en sus ojos rasgados se ajustaban a la luminosidad que se abría paso entre mechones rebeldes de su pelo tan largo, rizado e indómito. Los rizos los heredó de su padre y estos eran casi tan azabache como la melena de su madre.

Miraba entonces el reloj en su mesita de noche, y se quedaba dormitando durante el tiempo de gracia. Acabado éste, se desperezaba, moviendo sus delgadas extremidades en todas direcciones, a la vez que abría la boca en un bostezo largo.

Aquel día, sus pies descalzos sobre el suelo la dirigieron hacia el tocadiscos, donde reposaba un vinilo de Sinatra, que ella compró en esa pequeña tienda de música con tanto encanto que había liquidado todas sus existencias hacía poco. Sus dedos finos agarraron la aguja y con delicadeza, la colocaron a cierta altura sobre el borde del disco, y accionaron la palanca, para que fuera, suavemente, acercándose hasta acariciarlo.

Comenzó a sonar “Fly me to the moon”, y Elena dejó que su cuerpecito se moviera al compás, mientras miraba celosa sus mariposas de origami, sobrevolando el cielo de la habitación. Terminó de subir las persianas, para abrazar toda la luz del sol, que ahora entraba a borbotones, y señalando algún punto del firmamento, declaró solemne: “Yo estaré allí.” Y es que nunca hay que dejar de soñar alto. Y el “alto” de Elena era literalmente a cientos de miles de kilómetros por encima de su cabeza.

Sinatra cantaba ahora esa canción mítica sobre la ciudad que nunca duerme, “I want to be a part of it, New York, New York”. Elena siempre soñó con ir a Nueva York, pasear por sus calles, y en la Quinta Avenida, como Audrey Hepburn en “Desayuno con diamantes”, comprar algo en Tiffany’s, aunque fuera el detalle más económico.

En ese instante, Elena sonrió, mientras palpaba la cadena de plata que rodeaba su cuello, y de la que pendía un colgante en forma de corazón en el cual se podía leer “Tiffany & Co”. Porque cualquier día puede no ser un día cualquiera, y uno puede encontrarse en Nueva York, o en la Luna.

lunes, 14 de enero de 2013

Historia (real) de la vuelta a UK

La última vez que viajé a Reino Unido, para no variar, usé una amplia gama de medios de transporte.Y en el segundo de ellos, - un tren de alta velocidad - , una vez terminado el "apasionante" documental "Los 10 animales más mentirosos", una mujer muy meticona (claramente, aún seguíamos en España), al hilo de algunas bromas sobre el gran tamaño de mi maleta, me relató cómo en su primer viaje a EE.UU. conoció a un misionero cuyo único equipaje era un cepillo de dientes.

Ya en el aeropuerto (tras tomar el tercer medio de transporte - el metro -, y antes de tomar el cuarto -el avión-), compré El País, para entretenerme durante el tiempo de espera.

Una vez en el avión, comprobé mi mala suerte: una madre y su bebé llorón iban a ser mis más próximos compañeros de viaje.
Mientras seguía hojeando el periódico, encontré esta viñeta de El Roto, que me pareció muy apropiada para  mis circunstancias.


Además, durante ese vuelo amenizado de manera altruista por un niño con una increíble habilidad para ensordecer al personal, pude ver la puesta de sol sobre el Canal de la Mancha.



Así que aquí estoy, de nuevo haciendo una progresiva transición desde mi vida española hasta las costumbres inglesas. Que ya podían vender mantecadas en el Starbucks...