miércoles, 25 de noviembre de 2009

El Gran Presentador.

Son las 7.30. Suena el despertador. Lo apago con la tranquilidad de quien no ha pegado ojo en toda la noche y, por tanto, no se sobresalta con su soniquete, sino, más bien, se alegra de tener una excusa para poder salir de la cama.

Hoy podría parecer un día cualquiera. Quizá lo sea para algunos. No para mí.
Llevo semanas, meses, esperando este día. Y por fin ha llegado.
Es Miércoles, 25 de noviembre, hoy el Gran Presentador viene a mi ciudad a dar una conferencia titulada "La información al alcance del público". Y yo tengo una misión.

Levanto la persiana y echo una ojeada hacia el exterior. Hay una densa niebla, y parece que hace bastante frío. El termómetro de la farmacia que hay enfrente de mi casa marca 6 grados.

Escojo la ropa con cuidado, elijo colores oscuros, hoy busco pasar desapercibida entre la gente que va a inundar la ciudad.

Salgo a la calle sin haber probado bocado, tengo el estómago cerrado, serán los nervios, el ansia de cumplir una meta impuesta hace tiempo.

Mi plan es simple. Se ha gestado con la rabia de quien observa cómo el concepto “información” ha ido degenerando por culpa de ese ser, creador y conductor de programas basura en los que antiguos amigos o amantes cuentan historias hasta el momento íntimas, en los que corruptos, ladrones y traficantes cuentan sus "hazañas", en los que integrantes de una misma familia se pelean y cuentan sus miserias, todo a cambio de un precio; programas en los que se tergiversan mensajes, se emplean términos erróneamente, en suma, se ofrece información sesgada e interesada que el espectador, sumiso, ignorante o confiado, traga en dosis tóxicas.

Tras abrir la puerta del portal, una primera ráfaga de aire helado me golpea el rostro. Por primera vez pienso en serio lo que voy a llevar a cabo, debo estar loca, pero tengo que hacerlo.

Me dirijo hacia el lugar donde el Gran Presentador dará su conferencia. Está atestado de gente y de seguridad, pública y privada. Llego en el momento exacto en el que el Gran Presentador se baja de su limusina. El griterío es insoportable, fans enfervorecidos detrás de vallas de amarillo chillón confiesan desaforados su amor al conferenciante y esgrimen carteles gigantes con corazones pintados.

Nadie parece reparar en mi presencia, así que voy acercándome, segura y con calma, hacía el Gran Presentador.
Del bolsillo de mi plumas negro saco mi arma fatal: una mano extendida que tapa su boca durante unos segundos.
El Gran Frívolo no reacciona, su estupefacción le ha paralizado. Pero los guardaespaldas, entrenados para estas lides, me apartan con violencia y de un empujón me lanzan al suelo.

Más difícil les resultará a las fuerzas de seguridad contener al gentío loco, furioso, que ha superado ya su sorpresa, y se dirige airado hacia mí por haber osado molestar a su Gran Héroe.

Tengo rasguños en las manos, y los pantalones algo rotos, aunque el resultado hubiera sido peor si me hubiera alcanzado algún fan cegado por la cólera. No noto dolor, será por la adrenalina y por la satisfacción de un trabajo bien hecho.

Necesitaba acallar, al menos por un instante, a ese Gran Bocazas.

domingo, 15 de noviembre de 2009

La salud es lo primero.

Dado que mi sombra es un poco “fashion victim” y tiene muy poca personalidad, no me sorprendió su ultimátum:

"O me haces el photoshop o dejo de seguirte."

Me hallaba ante la disyuntiva de tener un reflejo de talla 32 o no tener ninguno.

Desde ese día camino eludiendo sol y focos, para que nadie sospeche de la mujer sin sombra.



Hay personas en cuyas manos está la posibilidad de patrocinar cuerpos sanos. Los diseñadores de moda deberían ser más conscientes de la influencia que pueden llegar a ejercer en adolescentes, mujeres y hombres, inseguros, que buscan una mayor aceptación.
Hace unas semanas, los medios de comunicación se hicieron eco de un hecho alarmante. La foto que podéis ver fue retocada (¡menos mal que no es real!); se redujo la figura de esta modelo hasta llegar a un efecto extremo, que se aleja del atractivo. Además, la modelo fue despedida por sobrepeso. ¿Nos estamos volviendo locos?

lunes, 9 de noviembre de 2009

Menú a 3 €.

En un restaurante de decoración estrambótica,
hoy se han reunido varias personas
no menos esperpénticas.

Agrupadas en mesas de cuatro
lloran desconsoladamente,
sirviéndose de grandes cajas de pañuelos
que hay en cada mesa,
para enjugar sus lágrimas.

Parecen estar compitiendo,
por ver quién está más compungido,
porque a veces levantan los ojos rojos,
maltratados por tanta lágrima,
y miran recelosamente
al resto de candidatos a plañideras,
y como ven que ellos tampoco pueden contener el llanto,
comienzan un berrinche aún más sonoro
y descorazonador.

Difícil alcanzar a comprender
cómo hay tanto llorón concentrado
en tan poco espacio,
si no fuera porque hoy la pizarrita
donde cada día se escribe el menú reza:
"Autocompasión, toda la que sean capaces de soportar, por 3€".

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Noche de luna llena.

La luna llena iluminaba la noche
y el cuerpo femenino,
pálido y desnudo,
que yacía a su lado.

Estaba sumida en un profundo sueño,
que sólo se distinguía de la muerte
por su respiración acompasada
y el calor que rezumaba.

Él no quería dormirse,
temía que al despertar,
ese cuerpo frágil y blanquecino
hubiera desaparecido
para siempre.

Pero al final,
le atrapó Morfeo
cuando quiso,
curioso,
conocer el número exacto de lunares
que decoraban su belleza.