Ella sabía que a él le
gustaba. Porque si no, ¿cómo se
explicaba que siempre le invitara a una tacita de té americano los sábados a
media tarde? ¿las miradas cómplices y risas tontas tomando cerveza los viernes
por la noche? ¿o que aun siendo los únicos ocupantes de ese ascensor de capacidad máxima de 6 personas siempre
acabara rozándole la mano? Pero seguía sin estar convencida al 100%, o al 95%,
que la seguridad absoluta queda reservada para las leyes de la física y las
matemáticas. Se cansaba de esperar a que él hiciera algún movimiento, por leve
que fuera, para lanzarse en plancha, quizá al vacío.
Hasta que un día decidió
que eligiera el azar. O al menos le dio un papel en la trama. En ese día
concreto, si llovía, le daría un beso. Y, si bien es cierto que la probabilidad
de lluvias era de un 80%, y que estaban en pleno otoño, pasaban las horas y ninguna
nube negra asomaba por el cielo. Y allí estaban los dos, sentados en sendas
tumbonas, en el patio del ático de ella, rodeados de sus macetas de flores,
desafiando a la prevista lluvia y al amor. Pero hay cabezas locas, que no se
detienen ante nada, ni ante la lluvia (o la falta de ella). Así que, en un rápido
movimiento, ella se levantó, alcanzó la regadera y, como poseída, comenzó a
verter poquito a poco el contenido sobre su propia cabeza, al tiempo que se acercaba a
la tumbona donde él, atónito, la observaba, sin saber si reír o alarmarse por
la súbita pérdida de juicio de ella. Y entonces, mientras caían gotas de agua sobre sus
cabezas, sucedió.
Si nos falta lluvia nos la inventamos, todo sea por probar amor.
ResponderEliminarJe,je, qué bueno, a falta de pan..., como a falta de lluvia... regadera.
ResponderEliminarBesos, hoy con fresquito por aquí.
De alguna manera, llovió...Un abrazoª!
ResponderEliminarNo hay barreras para los corazones enamorados.
ResponderEliminarY eso que se trataba de que lloviera... si hubiera tenido que granizar seguro que hubiera recurrido a los cubitos del congelador.
Besos.
Qué curioso, hace dos o tres días pasé por aquí, al parecer sin dejar huella. Hoy he vuelto pero desde el pasado más remoto, pues ya había estado previamente en esta casa. La vida da vueltas y en la blogsfera sencillamente centrifuga. :-)
ResponderEliminarMuy, muy, muy bueno... una preciosidad de relato. La lluvia hace milagros :)
ResponderEliminarbesos
Un beso acuático, es perfecto. ¡Qué bueno que es leerte!
ResponderEliminarQué historia tan bonita!!
ResponderEliminarAbrazo!
El amor es la clase de locura más linda de la que podemos ser presa. Me encantó.
ResponderEliminarEs lo bueno de confiar en el azar, que siempre lo puedes inventar a tu gusto, ¿no?
ResponderEliminarMe encanta la lluvia para escribir acerca de...a vos te salió redondito y hermoso!
ResponderEliminar=) HUMO
Sucedió y bien bonito que fue, llevados hasta ese final por tus palabras.
ResponderEliminarEspero que sigamos estando como regaderas por mucho tiempo, parece ser que la locura es una de las mejores armas! = ) BeSoTeS
ResponderEliminarPrimer paso por aquí, me encanto la delicia de tus palabras.
ResponderEliminar