En estas fechas, parece que toca hacer balance de lo bueno y lo malo acontecido en 2009.
Me niego. No me apetece pensar en lo que me hizo feliz y lo que no desearía que volviera a suceder. No, no.
Prefiero imaginar todo lo que puede suceder en 2010.
Así que supongo que este año en el momento del brindis, al levantarme de la silla, coger en una mano la copa de champán y en la otra un cuchillo para darle golpecitos a aquélla y llamar vuestra atención, simplemente diré: ¡Sé valiente corazón!
(Pues nada sé acerca del próximo año, qué será de mí, dónde estaré,... )
Os deseo un año maravilloso.
jueves, 31 de diciembre de 2009
viernes, 25 de diciembre de 2009
Cuando nos conocimos...
Cuando nos conocimos
éramos dos ingenuos
que se ilusionaban por pequeñas cosas,
y pasaban horas que parecían minutos
sentados en el mismo viejo banco
arreglando el mundo.
Éramos valientes y osados,
sin miedo a lo que pudiera pasar mañana,
sedientos de aventura y emociones.
Sin problemas de escasez de tiempo,
dinero, fuerzas, ganas.
Sin equipaje ni cargas.
Éramos apasionados,
luchadores,
libres.
Pero pasó el tiempo
y la vida nos golpeó fuerte
hasta hacernos sangrar.
Perdimos la alegría, la vitalidad, la ingenuidad, y aquellas ganas.
Y ahora somos
dos inválidos
temerosos de vivir,
eternamente estresados
y enojados,
envidiosos de aquéllos
que se sientan en otros jardines,
y sonríen a la vida
sin pensar en qué traerá el futuro.
Lo peor de todo
es que en el camino,
nos perdimos el uno al otro
y también a nosotros mismos.
éramos dos ingenuos
que se ilusionaban por pequeñas cosas,
y pasaban horas que parecían minutos
sentados en el mismo viejo banco
arreglando el mundo.
Éramos valientes y osados,
sin miedo a lo que pudiera pasar mañana,
sedientos de aventura y emociones.
Sin problemas de escasez de tiempo,
dinero, fuerzas, ganas.
Sin equipaje ni cargas.
Éramos apasionados,
luchadores,
libres.
Pero pasó el tiempo
y la vida nos golpeó fuerte
hasta hacernos sangrar.
Perdimos la alegría, la vitalidad, la ingenuidad, y aquellas ganas.
Y ahora somos
dos inválidos
temerosos de vivir,
eternamente estresados
y enojados,
envidiosos de aquéllos
que se sientan en otros jardines,
y sonríen a la vida
sin pensar en qué traerá el futuro.
Lo peor de todo
es que en el camino,
nos perdimos el uno al otro
y también a nosotros mismos.
sábado, 19 de diciembre de 2009
Fin.
Le despierta un olor nauseabundo.
Ese hedor le aturde, le marea. Penetra por sus orificios nasales y se queda ahí, estancado, ahogándole.
El fondo es floral. Rosas, claveles, margaritas. Debe haber decenas, cientos, miles, y ni tan siquiera esas grandes cantidades de flores consiguen ocultar el olor de su propia podredumbre.
No se respeta ni la última voluntad de un pobre miserable, que pidió que le incineraran.
Ese hedor le aturde, le marea. Penetra por sus orificios nasales y se queda ahí, estancado, ahogándole.
El fondo es floral. Rosas, claveles, margaritas. Debe haber decenas, cientos, miles, y ni tan siquiera esas grandes cantidades de flores consiguen ocultar el olor de su propia podredumbre.
No se respeta ni la última voluntad de un pobre miserable, que pidió que le incineraran.
martes, 15 de diciembre de 2009
¿Cómo debería sentirme?
Dices que estoy
a la defensiva
como un animalillo acorralado.
Dices que parece que
quiero increpar
a cada transeúnte
que pasa a mi lado.
Dices que parezco
ese Ismael acelerado
que nos presenta Melville
al inicio del relato ballenero,
ése que quiere quitarle a la gente el sombrero.
Dices que temes
que la rabia
que se va mezclando
con mi sangre
y se va irrigando por mi cuerpo,
me envenene.
Dices que no quieres
que llegue el día
en que la ira
que por mí fluya
sea tal
que explote
y me destruya.
Y frente a los desastres que suceden
cada día,
¿sería más correcto que sintiera apatía?
a la defensiva
como un animalillo acorralado.
Dices que parece que
quiero increpar
a cada transeúnte
que pasa a mi lado.
Dices que parezco
ese Ismael acelerado
que nos presenta Melville
al inicio del relato ballenero,
ése que quiere quitarle a la gente el sombrero.
Dices que temes
que la rabia
que se va mezclando
con mi sangre
y se va irrigando por mi cuerpo,
me envenene.
Dices que no quieres
que llegue el día
en que la ira
que por mí fluya
sea tal
que explote
y me destruya.
Y frente a los desastres que suceden
cada día,
¿sería más correcto que sintiera apatía?
viernes, 11 de diciembre de 2009
Los telescopios.
En el año 2.200, ante la insistencia de los astronautas, el gobierno lunar instaló en los jardines de sus adosados, unos telescopios, para que pudieran observar a sus familiares y personas queridas al volver del trabajo.
Aquí en la Tierra, las personitas que nos sabíamos observadas por aquellos hombres y mujeres valerosos, tratábamos de lucir nuestra mejor sonrisa, para que no nos echaran tanto de menos.
Aquí en la Tierra, las personitas que nos sabíamos observadas por aquellos hombres y mujeres valerosos, tratábamos de lucir nuestra mejor sonrisa, para que no nos echaran tanto de menos.
viernes, 4 de diciembre de 2009
Esa carta.
Leyó la carta una vez más. Ya iban cinco veces. El contenido era el mismo que las cuatro veces anteriores: “Lo siento, pero no puedo aguantar más. Ya no te quiero. Mañana, cuando estés en el trabajo, vendré a por mis cosas.”
Su semblante permanecía inalterado. Si acaso, una leve mueca en su boca, de duda, de extrañeza. No sentía nada. Ni el menor síntoma de dolor, de pena, de ira, de tristeza, de indignación, de frustración, de impotencia, de rabia. Nada. Vacío. Y daba igual cuantas veces más quisiera releer esas tres líneas. ¿Qué le sucedía? ¿Por qué era incapaz de reaccionar? Al fin, un leve arqueo de cejas, señal de una idea. Cogió la carta y la movió como si sostuviese un cuchillo, frotándola sobre su muñeca. El rozamiento del papel provocó un fino corte en la piel y el brote de un tímido hilillo de sangre. La herida escocía. Esbozó una sonrisa de satisfacción. Lo había logrado. Una sensación amarga provocada por esa carta.
Su semblante permanecía inalterado. Si acaso, una leve mueca en su boca, de duda, de extrañeza. No sentía nada. Ni el menor síntoma de dolor, de pena, de ira, de tristeza, de indignación, de frustración, de impotencia, de rabia. Nada. Vacío. Y daba igual cuantas veces más quisiera releer esas tres líneas. ¿Qué le sucedía? ¿Por qué era incapaz de reaccionar? Al fin, un leve arqueo de cejas, señal de una idea. Cogió la carta y la movió como si sostuviese un cuchillo, frotándola sobre su muñeca. El rozamiento del papel provocó un fino corte en la piel y el brote de un tímido hilillo de sangre. La herida escocía. Esbozó una sonrisa de satisfacción. Lo había logrado. Una sensación amarga provocada por esa carta.
martes, 1 de diciembre de 2009
El día de la graduación.
Día de la graduación.
Alumnos de último curso de Derecho
llamados a filas.
Empollones, aplicados, y vaguetes.
Algunos se ven las caras por primera vez.
De un brazo,
las mamás lagrimeantes.
Del otro brazo,
los papás orgullosos.
Revoloteando alrededor,
hermanos pequeños traviesos
o hermanos mayores dando consejos
o ambos,
o ninguno.
Comienza la ceremonia civil
tras la misa,
incoherencias de la educación pública.
Y nombre a nombre,
suben a que les imponga la banda
el profesor elegido padrino,
amado por algunos,
odiado por otros
a los que les gustaría quitarle la banda de la mano
y usarla para ahorcarle.
Pero es una mala idea,
habría demasiados testigos
y todos con conocimientos
en materia penal.
Todos están vestiditos elegantemente
las chicas han ido a la peluquería
y lucen tocados florales,
los chicos han aprendido a anudarse la corbata
¡qué gran día!
Clausura del acto.
Todos hacía otro edificio histórico.
A tomar el vino de honor.
Y allí se arma el revuelo,
la hecatombe.
Los niñitos repeinados
se vuelven locos
y comienzan a tirarse
los canapés
entre ellos.
Las niñitas enmoñadas,
se vuelven locas,
le tiran al magistrado invitado
de la toga
y bailan con él,
sin su consentimiento
la "Macarena".
Uno de los niños
le enseña el culo
al sacerdote
que ha oficiado la misa.
Madres y padres y hermanos
estupefactos
no comprenden qué han bebido/ comido
sus hijos modositos
para montar tanto jolgorio.
Uno ha trepado por una columna.
Otro está escanciando el vino blanco.
Ay.
Será el estrés...
Alumnos de último curso de Derecho
llamados a filas.
Empollones, aplicados, y vaguetes.
Algunos se ven las caras por primera vez.
De un brazo,
las mamás lagrimeantes.
Del otro brazo,
los papás orgullosos.
Revoloteando alrededor,
hermanos pequeños traviesos
o hermanos mayores dando consejos
o ambos,
o ninguno.
Comienza la ceremonia civil
tras la misa,
incoherencias de la educación pública.
Y nombre a nombre,
suben a que les imponga la banda
el profesor elegido padrino,
amado por algunos,
odiado por otros
a los que les gustaría quitarle la banda de la mano
y usarla para ahorcarle.
Pero es una mala idea,
habría demasiados testigos
y todos con conocimientos
en materia penal.
Todos están vestiditos elegantemente
las chicas han ido a la peluquería
y lucen tocados florales,
los chicos han aprendido a anudarse la corbata
¡qué gran día!
Clausura del acto.
Todos hacía otro edificio histórico.
A tomar el vino de honor.
Y allí se arma el revuelo,
la hecatombe.
Los niñitos repeinados
se vuelven locos
y comienzan a tirarse
los canapés
entre ellos.
Las niñitas enmoñadas,
se vuelven locas,
le tiran al magistrado invitado
de la toga
y bailan con él,
sin su consentimiento
la "Macarena".
Uno de los niños
le enseña el culo
al sacerdote
que ha oficiado la misa.
Madres y padres y hermanos
estupefactos
no comprenden qué han bebido/ comido
sus hijos modositos
para montar tanto jolgorio.
Uno ha trepado por una columna.
Otro está escanciando el vino blanco.
Ay.
Será el estrés...
miércoles, 25 de noviembre de 2009
El Gran Presentador.
Son las 7.30. Suena el despertador. Lo apago con la tranquilidad de quien no ha pegado ojo en toda la noche y, por tanto, no se sobresalta con su soniquete, sino, más bien, se alegra de tener una excusa para poder salir de la cama.
Hoy podría parecer un día cualquiera. Quizá lo sea para algunos. No para mí.
Llevo semanas, meses, esperando este día. Y por fin ha llegado.
Es Miércoles, 25 de noviembre, hoy el Gran Presentador viene a mi ciudad a dar una conferencia titulada "La información al alcance del público". Y yo tengo una misión.
Levanto la persiana y echo una ojeada hacia el exterior. Hay una densa niebla, y parece que hace bastante frío. El termómetro de la farmacia que hay enfrente de mi casa marca 6 grados.
Escojo la ropa con cuidado, elijo colores oscuros, hoy busco pasar desapercibida entre la gente que va a inundar la ciudad.
Salgo a la calle sin haber probado bocado, tengo el estómago cerrado, serán los nervios, el ansia de cumplir una meta impuesta hace tiempo.
Mi plan es simple. Se ha gestado con la rabia de quien observa cómo el concepto “información” ha ido degenerando por culpa de ese ser, creador y conductor de programas basura en los que antiguos amigos o amantes cuentan historias hasta el momento íntimas, en los que corruptos, ladrones y traficantes cuentan sus "hazañas", en los que integrantes de una misma familia se pelean y cuentan sus miserias, todo a cambio de un precio; programas en los que se tergiversan mensajes, se emplean términos erróneamente, en suma, se ofrece información sesgada e interesada que el espectador, sumiso, ignorante o confiado, traga en dosis tóxicas.
Tras abrir la puerta del portal, una primera ráfaga de aire helado me golpea el rostro. Por primera vez pienso en serio lo que voy a llevar a cabo, debo estar loca, pero tengo que hacerlo.
Me dirijo hacia el lugar donde el Gran Presentador dará su conferencia. Está atestado de gente y de seguridad, pública y privada. Llego en el momento exacto en el que el Gran Presentador se baja de su limusina. El griterío es insoportable, fans enfervorecidos detrás de vallas de amarillo chillón confiesan desaforados su amor al conferenciante y esgrimen carteles gigantes con corazones pintados.
Nadie parece reparar en mi presencia, así que voy acercándome, segura y con calma, hacía el Gran Presentador.
Del bolsillo de mi plumas negro saco mi arma fatal: una mano extendida que tapa su boca durante unos segundos.
El Gran Frívolo no reacciona, su estupefacción le ha paralizado. Pero los guardaespaldas, entrenados para estas lides, me apartan con violencia y de un empujón me lanzan al suelo.
Más difícil les resultará a las fuerzas de seguridad contener al gentío loco, furioso, que ha superado ya su sorpresa, y se dirige airado hacia mí por haber osado molestar a su Gran Héroe.
Tengo rasguños en las manos, y los pantalones algo rotos, aunque el resultado hubiera sido peor si me hubiera alcanzado algún fan cegado por la cólera. No noto dolor, será por la adrenalina y por la satisfacción de un trabajo bien hecho.
Necesitaba acallar, al menos por un instante, a ese Gran Bocazas.
Hoy podría parecer un día cualquiera. Quizá lo sea para algunos. No para mí.
Llevo semanas, meses, esperando este día. Y por fin ha llegado.
Es Miércoles, 25 de noviembre, hoy el Gran Presentador viene a mi ciudad a dar una conferencia titulada "La información al alcance del público". Y yo tengo una misión.
Levanto la persiana y echo una ojeada hacia el exterior. Hay una densa niebla, y parece que hace bastante frío. El termómetro de la farmacia que hay enfrente de mi casa marca 6 grados.
Escojo la ropa con cuidado, elijo colores oscuros, hoy busco pasar desapercibida entre la gente que va a inundar la ciudad.
Salgo a la calle sin haber probado bocado, tengo el estómago cerrado, serán los nervios, el ansia de cumplir una meta impuesta hace tiempo.
Mi plan es simple. Se ha gestado con la rabia de quien observa cómo el concepto “información” ha ido degenerando por culpa de ese ser, creador y conductor de programas basura en los que antiguos amigos o amantes cuentan historias hasta el momento íntimas, en los que corruptos, ladrones y traficantes cuentan sus "hazañas", en los que integrantes de una misma familia se pelean y cuentan sus miserias, todo a cambio de un precio; programas en los que se tergiversan mensajes, se emplean términos erróneamente, en suma, se ofrece información sesgada e interesada que el espectador, sumiso, ignorante o confiado, traga en dosis tóxicas.
Tras abrir la puerta del portal, una primera ráfaga de aire helado me golpea el rostro. Por primera vez pienso en serio lo que voy a llevar a cabo, debo estar loca, pero tengo que hacerlo.
Me dirijo hacia el lugar donde el Gran Presentador dará su conferencia. Está atestado de gente y de seguridad, pública y privada. Llego en el momento exacto en el que el Gran Presentador se baja de su limusina. El griterío es insoportable, fans enfervorecidos detrás de vallas de amarillo chillón confiesan desaforados su amor al conferenciante y esgrimen carteles gigantes con corazones pintados.
Nadie parece reparar en mi presencia, así que voy acercándome, segura y con calma, hacía el Gran Presentador.
Del bolsillo de mi plumas negro saco mi arma fatal: una mano extendida que tapa su boca durante unos segundos.
El Gran Frívolo no reacciona, su estupefacción le ha paralizado. Pero los guardaespaldas, entrenados para estas lides, me apartan con violencia y de un empujón me lanzan al suelo.
Más difícil les resultará a las fuerzas de seguridad contener al gentío loco, furioso, que ha superado ya su sorpresa, y se dirige airado hacia mí por haber osado molestar a su Gran Héroe.
Tengo rasguños en las manos, y los pantalones algo rotos, aunque el resultado hubiera sido peor si me hubiera alcanzado algún fan cegado por la cólera. No noto dolor, será por la adrenalina y por la satisfacción de un trabajo bien hecho.
Necesitaba acallar, al menos por un instante, a ese Gran Bocazas.
domingo, 15 de noviembre de 2009
La salud es lo primero.
Dado que mi sombra es un poco “fashion victim” y tiene muy poca personalidad, no me sorprendió su ultimátum:
"O me haces el photoshop o dejo de seguirte."
Me hallaba ante la disyuntiva de tener un reflejo de talla 32 o no tener ninguno.
Desde ese día camino eludiendo sol y focos, para que nadie sospeche de la mujer sin sombra.
Hay personas en cuyas manos está la posibilidad de patrocinar cuerpos sanos. Los diseñadores de moda deberían ser más conscientes de la influencia que pueden llegar a ejercer en adolescentes, mujeres y hombres, inseguros, que buscan una mayor aceptación.
Hace unas semanas, los medios de comunicación se hicieron eco de un hecho alarmante. La foto que podéis ver fue retocada (¡menos mal que no es real!); se redujo la figura de esta modelo hasta llegar a un efecto extremo, que se aleja del atractivo. Además, la modelo fue despedida por sobrepeso. ¿Nos estamos volviendo locos?
"O me haces el photoshop o dejo de seguirte."
Me hallaba ante la disyuntiva de tener un reflejo de talla 32 o no tener ninguno.
Desde ese día camino eludiendo sol y focos, para que nadie sospeche de la mujer sin sombra.
Hay personas en cuyas manos está la posibilidad de patrocinar cuerpos sanos. Los diseñadores de moda deberían ser más conscientes de la influencia que pueden llegar a ejercer en adolescentes, mujeres y hombres, inseguros, que buscan una mayor aceptación.
Hace unas semanas, los medios de comunicación se hicieron eco de un hecho alarmante. La foto que podéis ver fue retocada (¡menos mal que no es real!); se redujo la figura de esta modelo hasta llegar a un efecto extremo, que se aleja del atractivo. Además, la modelo fue despedida por sobrepeso. ¿Nos estamos volviendo locos?
lunes, 9 de noviembre de 2009
Menú a 3 €.
En un restaurante de decoración estrambótica,
hoy se han reunido varias personas
no menos esperpénticas.
Agrupadas en mesas de cuatro
lloran desconsoladamente,
sirviéndose de grandes cajas de pañuelos
que hay en cada mesa,
para enjugar sus lágrimas.
Parecen estar compitiendo,
por ver quién está más compungido,
porque a veces levantan los ojos rojos,
maltratados por tanta lágrima,
y miran recelosamente
al resto de candidatos a plañideras,
y como ven que ellos tampoco pueden contener el llanto,
comienzan un berrinche aún más sonoro
y descorazonador.
Difícil alcanzar a comprender
cómo hay tanto llorón concentrado
en tan poco espacio,
si no fuera porque hoy la pizarrita
donde cada día se escribe el menú reza:
"Autocompasión, toda la que sean capaces de soportar, por 3€".
hoy se han reunido varias personas
no menos esperpénticas.
Agrupadas en mesas de cuatro
lloran desconsoladamente,
sirviéndose de grandes cajas de pañuelos
que hay en cada mesa,
para enjugar sus lágrimas.
Parecen estar compitiendo,
por ver quién está más compungido,
porque a veces levantan los ojos rojos,
maltratados por tanta lágrima,
y miran recelosamente
al resto de candidatos a plañideras,
y como ven que ellos tampoco pueden contener el llanto,
comienzan un berrinche aún más sonoro
y descorazonador.
Difícil alcanzar a comprender
cómo hay tanto llorón concentrado
en tan poco espacio,
si no fuera porque hoy la pizarrita
donde cada día se escribe el menú reza:
"Autocompasión, toda la que sean capaces de soportar, por 3€".
miércoles, 4 de noviembre de 2009
Noche de luna llena.
La luna llena iluminaba la noche
y el cuerpo femenino,
pálido y desnudo,
que yacía a su lado.
Estaba sumida en un profundo sueño,
que sólo se distinguía de la muerte
por su respiración acompasada
y el calor que rezumaba.
Él no quería dormirse,
temía que al despertar,
ese cuerpo frágil y blanquecino
hubiera desaparecido
para siempre.
Pero al final,
le atrapó Morfeo
cuando quiso,
curioso,
conocer el número exacto de lunares
que decoraban su belleza.
y el cuerpo femenino,
pálido y desnudo,
que yacía a su lado.
Estaba sumida en un profundo sueño,
que sólo se distinguía de la muerte
por su respiración acompasada
y el calor que rezumaba.
Él no quería dormirse,
temía que al despertar,
ese cuerpo frágil y blanquecino
hubiera desaparecido
para siempre.
Pero al final,
le atrapó Morfeo
cuando quiso,
curioso,
conocer el número exacto de lunares
que decoraban su belleza.
sábado, 31 de octubre de 2009
Nada te queda.
De sus posesiones,
muebles e inmuebles,
fue despojado.
Los coches caros,
el jet privado,
el piso céntrico en la capital,
y las casas en las playas
de cada una de las grandes ciudades costeras
de España,
fueron embargados.
Le arrebataron la ropa de diseño italiano,
las joyas,
y los cuadros de Dalí y Picasso.
Aún así, asistió impasible
al expolio.
Hasta que el último día de su existencia,
ya entre rejas,
sentenciado y condenado,
por ser el mayor de los corruptos
(que tiene su mérito,
hoy hay muchos)
le dio un ataque mortal de risa
cuando se miró en el espejo
y se dio cuenta
de que lo más valioso que poseía
había sido cercenado por él mismo
pues hace tiempo que ni dignidad tenía.
muebles e inmuebles,
fue despojado.
Los coches caros,
el jet privado,
el piso céntrico en la capital,
y las casas en las playas
de cada una de las grandes ciudades costeras
de España,
fueron embargados.
Le arrebataron la ropa de diseño italiano,
las joyas,
y los cuadros de Dalí y Picasso.
Aún así, asistió impasible
al expolio.
Hasta que el último día de su existencia,
ya entre rejas,
sentenciado y condenado,
por ser el mayor de los corruptos
(que tiene su mérito,
hoy hay muchos)
le dio un ataque mortal de risa
cuando se miró en el espejo
y se dio cuenta
de que lo más valioso que poseía
había sido cercenado por él mismo
pues hace tiempo que ni dignidad tenía.
Etiquetas:
Corrupción,
crítica social,
Pequeñas historias,
Poesía
sábado, 24 de octubre de 2009
Apariencias
Como cada día, llegó a su casa tras el trabajo, puso algo de música, buscó una cerveza en el frigorífico, y se desabrochó la cremallera invisible que recorría su cuerpo desde la cabeza a los pies, era hora de quitarse el disfraz de mujer segura, fuerte y feliz.
sábado, 17 de octubre de 2009
Echémoslo a suertes: ¿me acompañas?
En su mano sostiene un naipe de una baraja americana, desgastado en sus esquinas, usado en muchas timbas para arruinar a unos y enriquecer a otros, juegos de suma cero.
Estúpida manía de echarlo todo a suertes, de confiar las decisiones importantes al azar, para evitar cargar el peso de las consecuencias sobre la propia conciencia, demasiado corroída como para aguantar nada.
Una sola carta.
Si ahora le diera la vuelta y la descubriera, veríamos una reina de corazones.
Ahí está la diosa fortuna riéndose en tu cara.
Deberás seguir a esa mujer a dónde quiera llevarte, hasta el mismísimo infierno te llevará cogido de la mano, maldito imbécil.
(Texto inspirado en la película "2046")
Estúpida manía de echarlo todo a suertes, de confiar las decisiones importantes al azar, para evitar cargar el peso de las consecuencias sobre la propia conciencia, demasiado corroída como para aguantar nada.
Una sola carta.
Si ahora le diera la vuelta y la descubriera, veríamos una reina de corazones.
Ahí está la diosa fortuna riéndose en tu cara.
Deberás seguir a esa mujer a dónde quiera llevarte, hasta el mismísimo infierno te llevará cogido de la mano, maldito imbécil.
(Texto inspirado en la película "2046")
viernes, 9 de octubre de 2009
La reencarnación.
Le resultaba imposible adaptarse a su nueva vida.
Era comprensible,
en la anterior fue un perro llamado Rufo,
y, en la penúltima, una planta carnívora.
No recordaba haber sido jamás un ser humano.
Era insoportable sentir,
vivir una maraña de emociones;
no estaba preparado para el amor y el dolor,
la ternura y la ira,
la alegría y el desaliento.
Así que compró un revólver
y decidido a volver a probar suerte,
se pegó un tiro en la sien.
Era comprensible,
en la anterior fue un perro llamado Rufo,
y, en la penúltima, una planta carnívora.
No recordaba haber sido jamás un ser humano.
Era insoportable sentir,
vivir una maraña de emociones;
no estaba preparado para el amor y el dolor,
la ternura y la ira,
la alegría y el desaliento.
Así que compró un revólver
y decidido a volver a probar suerte,
se pegó un tiro en la sien.
viernes, 2 de octubre de 2009
La triste bella durmiente.
Cuando llegó la estación del dolor,
hibernó.
Pasó las horas durmiendo,
refugiada en los sueños
que tejía su subconsciente,
hasta que éste asimiló
que él ya no la quería.
hibernó.
Pasó las horas durmiendo,
refugiada en los sueños
que tejía su subconsciente,
hasta que éste asimiló
que él ya no la quería.
viernes, 25 de septiembre de 2009
La mujer del alcalde.
Cierto día llegó a oídos del alcalde el rumor que hacía meses circulaba por el pueblo: su mujer le estaba siendo infiel.
Con razón se dice que el engañado es el último en conocer el engaño, quizá sea por la ceguera que produce el amor...
El señor alcalde no quería creer lo que había escuchado, así que, para comprobar su veracidad, estableció un toque de queda: a las 22h, todo los residentes en el pueblo debián estar en su casa, y aquél o aquélla que fuera soprendido por la calle más tarde de esa hora, sería llevado a la comisaría, dónde sería interrogado sobre los motivos de su salida, la dirección de sus pasos, su estado civil, entre otros muchos datos. En caso de que sus respuestas fueran poco convincentes o fueran discordantes con los rectos principios maritales, pasaría una noche en el calabozo.
A esta medida acompañaron otras, la más temida, el establecimiento de una cuadrilla de voluntarios que realizarían redadas por sorpresa a cualquier hora del día en los dormitorios matrimoniales. Pasaban revista a fondo: se buscaban amantes debajo de la cama, en los armarios e, incluso, sobre la cama en sustitución de un cónyuge ausente por estar de viaje de negocios o de visita familiar.
Cada noche, a las 20.45, cuando el alcalde regresaba al hogar tras el duro trabajo de dirigir el pueblo, el voluntario de turno le explicaba las incidencias del día, para terminar con la propia casa de la autoridad, que, como todos los días, había estado únicamente habitada por su fiel esposa.
Pese a estas medidas, los ciudadanos seguían riéndose del alcalde a sus espaldas y llamándole cornudo. Él estaba rabioso. Un día decidió hacer la inspección de su casa él mismo, para lo cual, se presentó en su domicilio dos horas antes de lo habitual.
Allí descubrió a su amada en los brazos de uno de los desinteresados vecinos que patrullaban el pueblo en busca de libertinos.
Al parecer, la astuta mujer, para que no revelaran sus aventurillas, había sobornado a cada voluntario de la mejor manera que sabía.
Con razón se dice que el engañado es el último en conocer el engaño, quizá sea por la ceguera que produce el amor...
El señor alcalde no quería creer lo que había escuchado, así que, para comprobar su veracidad, estableció un toque de queda: a las 22h, todo los residentes en el pueblo debián estar en su casa, y aquél o aquélla que fuera soprendido por la calle más tarde de esa hora, sería llevado a la comisaría, dónde sería interrogado sobre los motivos de su salida, la dirección de sus pasos, su estado civil, entre otros muchos datos. En caso de que sus respuestas fueran poco convincentes o fueran discordantes con los rectos principios maritales, pasaría una noche en el calabozo.
A esta medida acompañaron otras, la más temida, el establecimiento de una cuadrilla de voluntarios que realizarían redadas por sorpresa a cualquier hora del día en los dormitorios matrimoniales. Pasaban revista a fondo: se buscaban amantes debajo de la cama, en los armarios e, incluso, sobre la cama en sustitución de un cónyuge ausente por estar de viaje de negocios o de visita familiar.
Cada noche, a las 20.45, cuando el alcalde regresaba al hogar tras el duro trabajo de dirigir el pueblo, el voluntario de turno le explicaba las incidencias del día, para terminar con la propia casa de la autoridad, que, como todos los días, había estado únicamente habitada por su fiel esposa.
Pese a estas medidas, los ciudadanos seguían riéndose del alcalde a sus espaldas y llamándole cornudo. Él estaba rabioso. Un día decidió hacer la inspección de su casa él mismo, para lo cual, se presentó en su domicilio dos horas antes de lo habitual.
Allí descubrió a su amada en los brazos de uno de los desinteresados vecinos que patrullaban el pueblo en busca de libertinos.
Al parecer, la astuta mujer, para que no revelaran sus aventurillas, había sobornado a cada voluntario de la mejor manera que sabía.
domingo, 20 de septiembre de 2009
A través de la ventana.
A través de la ventana vió la gente pasar, la vida pasar.
Desde hacía unos años había decidido recluirse, apartarse del mundo exterior.
Todo esto vino motivado por un don que ella tenía: era una empática. Sí, se impregnaba de las emociones de los demás, haciéndolas suyas. Así, si quedaba con un viejo colega y éste estaba agobiado por el exceso de trabajo, cuando terminaba el encuentro, se hallaba sumida en un profundo estado de nerviosismo, sin saber muy bien por qué.
La situación se fue agravando con el paso del tiempo. Cierto día, se cruzó por la calle con una pareja de recién casados y su semblante se tornó emocionado, radiante de alegría. Al rato, se topó con un vagabundo que pedía unas monedas para poder comprar algo que llevarse a la boca, y se puso a llorar sin remedio, mientras corría desesperada hacía su casa, eligiendo las calles que a esa hora sabía desiertas.
No podía vivir así. Sus emociones eran como una cometa movida por aires juguetones y continuamente cambiantes. Trató de ir al psicólogo, pero el resultado fue el contrario al esperado, en lugar de encontrar la paz, se le pegaron a la piel los distintos estados anímicos de los pacientes que con ella compartían la sala de espera del profesional.
Decidió evitar el contacto con cualquier persona, para lograr una apatía total hacía el mundo exterior y poder disfrutar tranquila de sus propias emociones, que, resultaron resumirse en una única: soledad.
Desde hacía unos años había decidido recluirse, apartarse del mundo exterior.
Todo esto vino motivado por un don que ella tenía: era una empática. Sí, se impregnaba de las emociones de los demás, haciéndolas suyas. Así, si quedaba con un viejo colega y éste estaba agobiado por el exceso de trabajo, cuando terminaba el encuentro, se hallaba sumida en un profundo estado de nerviosismo, sin saber muy bien por qué.
La situación se fue agravando con el paso del tiempo. Cierto día, se cruzó por la calle con una pareja de recién casados y su semblante se tornó emocionado, radiante de alegría. Al rato, se topó con un vagabundo que pedía unas monedas para poder comprar algo que llevarse a la boca, y se puso a llorar sin remedio, mientras corría desesperada hacía su casa, eligiendo las calles que a esa hora sabía desiertas.
No podía vivir así. Sus emociones eran como una cometa movida por aires juguetones y continuamente cambiantes. Trató de ir al psicólogo, pero el resultado fue el contrario al esperado, en lugar de encontrar la paz, se le pegaron a la piel los distintos estados anímicos de los pacientes que con ella compartían la sala de espera del profesional.
Decidió evitar el contacto con cualquier persona, para lograr una apatía total hacía el mundo exterior y poder disfrutar tranquila de sus propias emociones, que, resultaron resumirse en una única: soledad.
jueves, 17 de septiembre de 2009
Paradojas (I)
En ocasiones el lenguaje es caprichoso y da lugar a situaciones peculiares.
Para muestra el hecho de que un corazón roto siga latiendo.
Para muestra el hecho de que un corazón roto siga latiendo.
domingo, 13 de septiembre de 2009
El acto más cobarde.
Eva se puso un vestido que había comprado años atrás en el barrio chino de la ciudad de Nueva York. Observó alegre que los años no habían pasado por su bonita figura. Decidió pintarse como una geisha, blanqueando aún más su rostro, ya de por sí pálido, y se perfiló una boquita de piñón roja.
Él llegó a casa antes de lo previsto. Su caminar vacilante por el pasillo no hacía presagiar nada bueno, había bebido una vez más.
—¿Qué haces vestida de furcia barata?— le gritó; y de una bofetada le estropeó su maquillaje, salpicándolo de gotitas de sangre que habían salido disparadas de su boca.
En ese momento en el que había materializado el más cobarde de los actos, como si de un relámpago furioso que le hubiera alcanzado se tratase, cayó al suelo fulminado. Pero nada tan sobrenatural sucedió, sino algo más mundano. Un policía le había dado un certero porrazo. Ay pobre infeliz, en su trayecto hacia la puerta de su casa, había empujado a una vecina viejita contra la pared del portal y la mujer había llamado a las fuerzas del orden para que detuvieran al bastardo.
Él llegó a casa antes de lo previsto. Su caminar vacilante por el pasillo no hacía presagiar nada bueno, había bebido una vez más.
—¿Qué haces vestida de furcia barata?— le gritó; y de una bofetada le estropeó su maquillaje, salpicándolo de gotitas de sangre que habían salido disparadas de su boca.
En ese momento en el que había materializado el más cobarde de los actos, como si de un relámpago furioso que le hubiera alcanzado se tratase, cayó al suelo fulminado. Pero nada tan sobrenatural sucedió, sino algo más mundano. Un policía le había dado un certero porrazo. Ay pobre infeliz, en su trayecto hacia la puerta de su casa, había empujado a una vecina viejita contra la pared del portal y la mujer había llamado a las fuerzas del orden para que detuvieran al bastardo.
viernes, 11 de septiembre de 2009
El cuentacuentos.
Recuerdo que escucharte me encantaba.
Tenías el don de convertir en grandes relatos los hechos cotidianos, con sólo tocarlos con tus palabras.
Era genial saber que te inventabas cuentos sólo para mí.
Viajábamos en el tiempo y el espacio, a lomos de tu voz, desarrollando tramas con sonidos, cadencias y pausas.
Me gustaba oírte, narrándome pequeñas historias que, reales o imaginarias, me parecía estar viviendo al ritmo de tu voz.
Las palabras entretejían un decorado del que tú y yo formábamos parte, en el rol de protagonistas, sin importar que fuera en blanco y negro o a todo color.
Tu voz me envolvía y me mecía; me arrullaba con cuentos de final feliz cuando algo ajeno me atormentaba, o me columpiaba cuando me veías contenta y sonriente y dibujabas alegres viñetas para mí.
Hoy tu voz no es más que un eco lejano.
Cuando el viento trae melancolía a mi vida y la nostalgia se me acerca sigilosa y me apuñala por la espalda, lamento que tus historias no sean más que un recuerdo.
Tenías el don de convertir en grandes relatos los hechos cotidianos, con sólo tocarlos con tus palabras.
Era genial saber que te inventabas cuentos sólo para mí.
Viajábamos en el tiempo y el espacio, a lomos de tu voz, desarrollando tramas con sonidos, cadencias y pausas.
Me gustaba oírte, narrándome pequeñas historias que, reales o imaginarias, me parecía estar viviendo al ritmo de tu voz.
Las palabras entretejían un decorado del que tú y yo formábamos parte, en el rol de protagonistas, sin importar que fuera en blanco y negro o a todo color.
Tu voz me envolvía y me mecía; me arrullaba con cuentos de final feliz cuando algo ajeno me atormentaba, o me columpiaba cuando me veías contenta y sonriente y dibujabas alegres viñetas para mí.
Hoy tu voz no es más que un eco lejano.
Cuando el viento trae melancolía a mi vida y la nostalgia se me acerca sigilosa y me apuñala por la espalda, lamento que tus historias no sean más que un recuerdo.
miércoles, 9 de septiembre de 2009
La muerte.
Sombras que se tornan vida eterna,
infierno,
o tal vez, sólo pensamientos,
ideas enterradas en tierra infértil,
desolada,
que cubre desdichas,
cicatriza heridas,
con dolor
y miedo.
Manos frías, rostro enjuto,
la muerte espera siniestra
tras un traje de luto,
como el lugar al que nos lleva,
en el que nos encierra
y condena.
Al fin y al cabo,
ése es su trabajo,
al polvo del que nacimos
nos devuelve,
majestuosa y altiva,
ella,
la muerte.
infierno,
o tal vez, sólo pensamientos,
ideas enterradas en tierra infértil,
desolada,
que cubre desdichas,
cicatriza heridas,
con dolor
y miedo.
Manos frías, rostro enjuto,
la muerte espera siniestra
tras un traje de luto,
como el lugar al que nos lleva,
en el que nos encierra
y condena.
Al fin y al cabo,
ése es su trabajo,
al polvo del que nacimos
nos devuelve,
majestuosa y altiva,
ella,
la muerte.
domingo, 6 de septiembre de 2009
Confesiones en el café.
Quedamos para tomar un café, como cada Viernes desde que teníamos 17.
Ella estaba rara. Llevaba unas semanas rara.
Se había pintado más de lo normal. En general, sólo se pintaba la raya en el ojo, khol negro, y se echaba colorete, porque era preciosa, sin más artificios.
Se acercó a mí pegando pequeños saltitos y me abrazó fuerte; pero cuando nos sentamos, su cuerpo se dejó caer cansado sobre la silla.
Ella tomaba el café con hielo bañado en Bailey´s en verano y primavera, y un capuccino vienés si era invierno u otoño.
Para tí un cortado, ¿verdad, Lucía? me preguntó el camarero. Ventajas de la fidelidad y de mantener los mismos gustos en cualquier estación del año.
Avanzaba la tarde y ella hablaba sin parar, interrumpiendo a veces sus palabras con carcajadas. Mientras ella fingía normalidad, yo repasaba nuestras conversaciones de los últimos días, buscando una pista, cualquier detalle que explicara su comportamiento.
Al final no pude soportar más la farsa. La conocía demasiado bien y sabía que cuando más feliz aparentaba ser, más rota estaba por dentro. Era un mecanismo de defensa, pero no de su propia persona, sino para aquéllos que quería: odiaba generar preocupación.
- ¿Qué sucede?- le pregunté.
- Nada. No sé a qué te refieres...
- Dime qué pasa, quizá pueda ayudarte.
En ese momento, se levantó de la silla, con el rostro colérico. Yo sabía que se avecinaba tormenta, y eso era lo último que quería.
- Espera. No seas tonta. Cuéntamelo.
Parece que mis palabras surtieron un efecto calmante, porque volvió a sentarse y comenzó a musitar algo, en voz muy bajita, tanto que parecía que las palabras que tanto temía pronunciar se habían agolpado en su boca y ahora que veían una pequeña abertura por donde salir, se asomaban temerosas:
- Es esta sensación continua en mi estómago. Creo que es desamor.
- ¿Qué dices, tonta? Si cada mes te veo con un chico diferente, y cada uno más interesante que el anterior - dije tratando de sacarle una sonrisa, sin éxito.
- Nunca me han dicho Te amo.
Ella estaba rara. Llevaba unas semanas rara.
Se había pintado más de lo normal. En general, sólo se pintaba la raya en el ojo, khol negro, y se echaba colorete, porque era preciosa, sin más artificios.
Se acercó a mí pegando pequeños saltitos y me abrazó fuerte; pero cuando nos sentamos, su cuerpo se dejó caer cansado sobre la silla.
Ella tomaba el café con hielo bañado en Bailey´s en verano y primavera, y un capuccino vienés si era invierno u otoño.
Para tí un cortado, ¿verdad, Lucía? me preguntó el camarero. Ventajas de la fidelidad y de mantener los mismos gustos en cualquier estación del año.
Avanzaba la tarde y ella hablaba sin parar, interrumpiendo a veces sus palabras con carcajadas. Mientras ella fingía normalidad, yo repasaba nuestras conversaciones de los últimos días, buscando una pista, cualquier detalle que explicara su comportamiento.
Al final no pude soportar más la farsa. La conocía demasiado bien y sabía que cuando más feliz aparentaba ser, más rota estaba por dentro. Era un mecanismo de defensa, pero no de su propia persona, sino para aquéllos que quería: odiaba generar preocupación.
- ¿Qué sucede?- le pregunté.
- Nada. No sé a qué te refieres...
- Dime qué pasa, quizá pueda ayudarte.
En ese momento, se levantó de la silla, con el rostro colérico. Yo sabía que se avecinaba tormenta, y eso era lo último que quería.
- Espera. No seas tonta. Cuéntamelo.
Parece que mis palabras surtieron un efecto calmante, porque volvió a sentarse y comenzó a musitar algo, en voz muy bajita, tanto que parecía que las palabras que tanto temía pronunciar se habían agolpado en su boca y ahora que veían una pequeña abertura por donde salir, se asomaban temerosas:
- Es esta sensación continua en mi estómago. Creo que es desamor.
- ¿Qué dices, tonta? Si cada mes te veo con un chico diferente, y cada uno más interesante que el anterior - dije tratando de sacarle una sonrisa, sin éxito.
- Nunca me han dicho Te amo.
sábado, 5 de septiembre de 2009
En recuerdo de Freddie Mercury.
Mi voz no es precisamente melodiosa. Canto fatal para ser exactos.
Sin embargo, de pequeña no era así, de hecho la monja/profesora de Música me incluyó en el coro infantil del colegio, tras realizar una audición, en la que canté, al igual que el resto de mis inconscientes compañeros, una canción en honor a la Virgen patrona de mi ciudad. Los caminos del señor son inescrutables.
Con el paso de los años y la llegada de la pubertad, me abandonó la voz aniñada y la monja me trasladó a la 2ª voz (olvidé mencionar que el "casting" me otorgó una plaza como soprano).
Para cuando me hubiera relegado la religiosa a la 3ª voz (la que secretamente todos repudiábamos), o, incluso, me hubiera echado del coro por falta de aptitudes o de motivación o de fe, cambié el colegio por un instituto público, sin crucifijos ni capilla, y, lo que era mejor, sin coro.
Ahora no canto ni en la ducha.
Menos mal que hay personas que sí valen para estos menesteres y que crean canciones que otros hemos de conformarnos con tararear. Para muestra, el fallecido Freddie Mercury, vocalista de Queen, cuyo aniversario (de su nacimiento no de su muerte) es hoy.
La canción "Bohemian Rhapsody" me hipnotiza. En cierto verano, en el que estaba yo haciendo un curso por tierras inglesas, pasaba más de dos horas cada día en el bus urbano, porque vivía en una urbanización alejada del centro. En esos viajes, programaba el repeat y dicha canción los amenizaba, de tal manera que su duración no se medía en minutos, sino en veces que Freddie me contaba la historia de un tipo que mató a otro.
Sin embargo, de pequeña no era así, de hecho la monja/profesora de Música me incluyó en el coro infantil del colegio, tras realizar una audición, en la que canté, al igual que el resto de mis inconscientes compañeros, una canción en honor a la Virgen patrona de mi ciudad. Los caminos del señor son inescrutables.
Con el paso de los años y la llegada de la pubertad, me abandonó la voz aniñada y la monja me trasladó a la 2ª voz (olvidé mencionar que el "casting" me otorgó una plaza como soprano).
Para cuando me hubiera relegado la religiosa a la 3ª voz (la que secretamente todos repudiábamos), o, incluso, me hubiera echado del coro por falta de aptitudes o de motivación o de fe, cambié el colegio por un instituto público, sin crucifijos ni capilla, y, lo que era mejor, sin coro.
Ahora no canto ni en la ducha.
Menos mal que hay personas que sí valen para estos menesteres y que crean canciones que otros hemos de conformarnos con tararear. Para muestra, el fallecido Freddie Mercury, vocalista de Queen, cuyo aniversario (de su nacimiento no de su muerte) es hoy.
La canción "Bohemian Rhapsody" me hipnotiza. En cierto verano, en el que estaba yo haciendo un curso por tierras inglesas, pasaba más de dos horas cada día en el bus urbano, porque vivía en una urbanización alejada del centro. En esos viajes, programaba el repeat y dicha canción los amenizaba, de tal manera que su duración no se medía en minutos, sino en veces que Freddie me contaba la historia de un tipo que mató a otro.
miércoles, 2 de septiembre de 2009
La bicicleta.
En el verano del año 2000, las tres mosqueteras, Isabel, Carmen y yo, decidimos salir a conocer mundo en nuestras bicicletas, bueno, al menos teníamos la misma ilusión que si fuéramos a hacerlo, aunque sólo llegáramos al pueblo de al lado.
Ellas tenían 13 años, yo 14. En la mochila guardamos unos bocatas y agua, lo justo para montar una buena merienda en un prado que encontramos en el camino.
A día de hoy me pregunto qué será de sus vidas. Nuestra relación está en el mismo estado en el que hoy está mi vieja bici: sucia, desinflada y olvidada en un rincón.
Imagen de www.beachcruiser.es
Ellas tenían 13 años, yo 14. En la mochila guardamos unos bocatas y agua, lo justo para montar una buena merienda en un prado que encontramos en el camino.
A día de hoy me pregunto qué será de sus vidas. Nuestra relación está en el mismo estado en el que hoy está mi vieja bici: sucia, desinflada y olvidada en un rincón.
Imagen de www.beachcruiser.es
lunes, 31 de agosto de 2009
Los candados del ¿amor?
- Por nuestro quinto aniversario, mi novio y yo viajamos a Roma. Yo soy muy romántica, ¿sabe? Un día, paseando de la mano de mi chico, cruzamos el Tíber por el Puente Milvio y nos sorprendimos al encontrar miles de candados con los nombres de parejas enganchados por distintos sitios del puente. ¡Qué bonito!, pensé. Así que convencí a mi novio para comprar nuestro candado y sellar nuestro amor para siempre en la bella ciudad. Y así lo hicimos, pero cuando yo iba a lanzar la llave al río, mi novio me detuvo. Consérvala de recuerdo, me dijo. No podía creerlo, ¿de recuerdo? Sólo podía significar que él no creía que fuera para siempre, quería que me quedara la llave para poder dejarme y regresar a abrir el candado. Las cosas fueron a peor, nos amargamos mutuamente el viaje porque él no quería reconocerme que no quería estar conmigo. Volvimos a España y en un arrebato en medio de una discusión, me tragué la llave.
- Eso lo explica todo - comentó el médico examinando la radiografía de la joven, en la que se apreciaba la silueta de una llave.
- ¿Tiene remedio, doctor?
- Lo de la llave sí - respondió él divertido.
Fotografía de una pintada romántica frente al río Tíber.
- Eso lo explica todo - comentó el médico examinando la radiografía de la joven, en la que se apreciaba la silueta de una llave.
- ¿Tiene remedio, doctor?
- Lo de la llave sí - respondió él divertido.
Fotografía de una pintada romántica frente al río Tíber.
miércoles, 26 de agosto de 2009
El curioso impacto del transcurso del tiempo.
Nacemos.
Durante breves años somos unos niños, ingenuos, ilusos, confiados, quizá juguetones, quizá tímidos, quizá traviesos, quizá cariñosos…
Con el devenir del tiempo y los episodios vitales, maduramos y perdemos nuestra antigua magia para convertirnos en adultos, medianamente responsables o dejados, puede que exitosos, o sin hogar, fumadores, vegetarianos, impuntuales, quisquillosos, alegres, pacifistas, o extrovertidos, …
Cuando llega la senectud, los años ya han marcado con dureza nuestro cuerpo: canas, arrugas, flacidez, kilitos de más,… Y para algunos llega la inseguridad porque ocultan estos signos de experiencia, pretendiendo ser lo que han dejado de ser o convirtiéndose, por efecto del exceso de reparaciones, en lo que nunca fueron.
Finalmente, en los estertores de la vejez y, por ende, de la vida, volverá nuestra mente a la edad pueril, aunque seremos unos viejos resabiados.
[Quiero acompañar este texto de la canción "When I'm sixty four" de los Beatles.
Si una imagen vale más que 1.000 palabras, ¿por cuántas palabras vale una canción?]
Para dos personas viejecitas muy queridas.
Durante breves años somos unos niños, ingenuos, ilusos, confiados, quizá juguetones, quizá tímidos, quizá traviesos, quizá cariñosos…
Con el devenir del tiempo y los episodios vitales, maduramos y perdemos nuestra antigua magia para convertirnos en adultos, medianamente responsables o dejados, puede que exitosos, o sin hogar, fumadores, vegetarianos, impuntuales, quisquillosos, alegres, pacifistas, o extrovertidos, …
Cuando llega la senectud, los años ya han marcado con dureza nuestro cuerpo: canas, arrugas, flacidez, kilitos de más,… Y para algunos llega la inseguridad porque ocultan estos signos de experiencia, pretendiendo ser lo que han dejado de ser o convirtiéndose, por efecto del exceso de reparaciones, en lo que nunca fueron.
Finalmente, en los estertores de la vejez y, por ende, de la vida, volverá nuestra mente a la edad pueril, aunque seremos unos viejos resabiados.
[Quiero acompañar este texto de la canción "When I'm sixty four" de los Beatles.
Si una imagen vale más que 1.000 palabras, ¿por cuántas palabras vale una canción?]
Para dos personas viejecitas muy queridas.
lunes, 24 de agosto de 2009
De safari por el parque.
Hace tiempo que no voy de safari por el parque.
El verano es la época ideal para hacerlo, más aún este año, en el que la hierba crece salvaje y nos permite casi ocultarnos por entero de las miradas ajenas.
En ocasiones, iba de safari yo sola, cargada con mi kit de supervivencia: algo de música y un buen libro o un cuaderno donde escribir pequeñas historias. El objetivo era observar a la gente, estar al aire libre, sin balas ni dardos, nada de eso.
Otras veces, iba acompañada. "Cazábamos" unos bocatas a cambio de un cierto precio y nos íbamos tú y yo al parque. Si nos alcanzaba la noche, nos tumbábamos en la hierba a contemplar las estrellas; y quizá entonces eran otros los que nos miraban envidiosos. Empezaba el safari para las hormigas, que se subían por nuestras piernas y brazos desnudos al fresco nocturno, y laboriosamente transportaban los pequeños restos, las migajas de nuestro tentempié.
Ya no es tan fácil mirar las estrellas, alguien ha colocado unos focos gigantes en el parque. La lejanía de los astros hace imposible que su luz pueda competir con los malditos focos.
Recuerdo que en esas noches y siempre a la misma hora, las gotas de lluvia de los aspersores nos devolvían a la realidad: estábamos al lado de casa.
El motivo de este relato y el título del mismo se inspiran en la última frase de esta canción y en la afición de su autora de sentarse en los jardines.
El verano es la época ideal para hacerlo, más aún este año, en el que la hierba crece salvaje y nos permite casi ocultarnos por entero de las miradas ajenas.
En ocasiones, iba de safari yo sola, cargada con mi kit de supervivencia: algo de música y un buen libro o un cuaderno donde escribir pequeñas historias. El objetivo era observar a la gente, estar al aire libre, sin balas ni dardos, nada de eso.
Otras veces, iba acompañada. "Cazábamos" unos bocatas a cambio de un cierto precio y nos íbamos tú y yo al parque. Si nos alcanzaba la noche, nos tumbábamos en la hierba a contemplar las estrellas; y quizá entonces eran otros los que nos miraban envidiosos. Empezaba el safari para las hormigas, que se subían por nuestras piernas y brazos desnudos al fresco nocturno, y laboriosamente transportaban los pequeños restos, las migajas de nuestro tentempié.
Ya no es tan fácil mirar las estrellas, alguien ha colocado unos focos gigantes en el parque. La lejanía de los astros hace imposible que su luz pueda competir con los malditos focos.
Recuerdo que en esas noches y siempre a la misma hora, las gotas de lluvia de los aspersores nos devolvían a la realidad: estábamos al lado de casa.
El motivo de este relato y el título del mismo se inspiran en la última frase de esta canción y en la afición de su autora de sentarse en los jardines.
sábado, 22 de agosto de 2009
22 es mi número de suerte canta Calamaro.
Recuerdo con claridad la primera ocasión en la que escuché a Calamaro. Yo estaba en una ciudad del Estado de New Jersey en un curso de inglés. Por aquél entonces, no había cumplido los 12 años, los cumpliría días más tarde y aún en país extranjero.
Una familia americana maravillosa había compartido su hogar conmigo. Mi habitación antes de llegar yo era lo que ellos llaman living room y nosotros sala de estar. Era una sala de estar peculiar porque tenía una bicicleta estática y también una elíptica (que para aquellos que estéis poco familiarizados con el gimnasio, es una máquina que acompaña el movimiento de tus piernas cuando éstas hacen el amago de correr). Además, para hacer posible mi descanso, había una cama en el centro y una cortinita aislaba la room del resto de la casa. La cortinita pretendía darme intimidad, pero era fácil de vulnerar, tanto que un día me desperté de la siesta rodeada de unos cinco teenagers (mi hermano americano y unos amiguitos) que sentían curiosidad por la Spanish siesta, o por el bicho raro que estaba durmiendo a esas horas.
La habitación también tenía una minicadena, pero a ese viaje yo no había llevado nada de música porque no tenía aparato propio con el que escucharla (días más tarde y con ocasión de mi cumpleaños, amigas españolas que también estaban haciendo el curso me regalarían un discman, que aún conservo, pero al que el mp4 ha arrinconado actualmente). Una de estas chicas que me regalaron el discman, Bea, de Logroño, me dejó dos cassettes (uy dónde queda el cassette ya, lo mató la obsolescencia tecnológica; el tiempo pasa, nos vamos haciendo tecnos, que diría el propio Calamaro), uno de ellos contenía bandas sonoras míticas (por ejemplo, la de El piano) y la otra era El Salmón CD1 de Calamaro. Las dos cintas me encantaron.
El espíritu rebelde de El Salmón se apoderó de mí y dedicaba mi tiempo libre en la casa (excepto las horitas en la piscina) a poner a todo volumen este disco, sabiendo que nadie más que yo podía entender la letra.
Cuando volví a España no tardé en comprarme los cinco discos de El Salmón, que aunque sepa de manera objetiva que no son gran cosa (por no decir algo más feo) a mi me encantan.
Y tuvo su parte buena conocer a Calamaro con El Salmón, porque si te gusta El Salmón, todo lo demás que haga Calamaro deberá gustarte, en principio, porque será mucho mejor, jaja (excluyendo El palacio de las flores, que supuso los 20 euros peor invertidos de mi vida).
Os dejo mi canción favorita, Paloma, que es la que cierra todos sus conciertos.
Una familia americana maravillosa había compartido su hogar conmigo. Mi habitación antes de llegar yo era lo que ellos llaman living room y nosotros sala de estar. Era una sala de estar peculiar porque tenía una bicicleta estática y también una elíptica (que para aquellos que estéis poco familiarizados con el gimnasio, es una máquina que acompaña el movimiento de tus piernas cuando éstas hacen el amago de correr). Además, para hacer posible mi descanso, había una cama en el centro y una cortinita aislaba la room del resto de la casa. La cortinita pretendía darme intimidad, pero era fácil de vulnerar, tanto que un día me desperté de la siesta rodeada de unos cinco teenagers (mi hermano americano y unos amiguitos) que sentían curiosidad por la Spanish siesta, o por el bicho raro que estaba durmiendo a esas horas.
La habitación también tenía una minicadena, pero a ese viaje yo no había llevado nada de música porque no tenía aparato propio con el que escucharla (días más tarde y con ocasión de mi cumpleaños, amigas españolas que también estaban haciendo el curso me regalarían un discman, que aún conservo, pero al que el mp4 ha arrinconado actualmente). Una de estas chicas que me regalaron el discman, Bea, de Logroño, me dejó dos cassettes (uy dónde queda el cassette ya, lo mató la obsolescencia tecnológica; el tiempo pasa, nos vamos haciendo tecnos, que diría el propio Calamaro), uno de ellos contenía bandas sonoras míticas (por ejemplo, la de El piano) y la otra era El Salmón CD1 de Calamaro. Las dos cintas me encantaron.
El espíritu rebelde de El Salmón se apoderó de mí y dedicaba mi tiempo libre en la casa (excepto las horitas en la piscina) a poner a todo volumen este disco, sabiendo que nadie más que yo podía entender la letra.
Cuando volví a España no tardé en comprarme los cinco discos de El Salmón, que aunque sepa de manera objetiva que no son gran cosa (por no decir algo más feo) a mi me encantan.
Y tuvo su parte buena conocer a Calamaro con El Salmón, porque si te gusta El Salmón, todo lo demás que haga Calamaro deberá gustarte, en principio, porque será mucho mejor, jaja (excluyendo El palacio de las flores, que supuso los 20 euros peor invertidos de mi vida).
Os dejo mi canción favorita, Paloma, que es la que cierra todos sus conciertos.
jueves, 20 de agosto de 2009
lunes, 17 de agosto de 2009
La denuncia.
El Viernes pasado, aproximadamente a las 03.00 horas, cuando caminaba por la avenida Villamayor de regreso a mi casa, observé cómo un coche marca Mercedes con matrícula SA 5207 H, de color burdeos, que circulaba a gran velocidad, frenaba bruscamente a la altura de un hombre que caminaba por esa misma avenida unos 15 metros delante de mí.
Las extrañas circunstancias me asustaron y me escondí en un soportal de un local comercial, desde donde pude ver que la ventanilla del copiloto se bajaba y asomaba desde el interior de esa posición del vehículo la cabeza de una mujer de raza blanca y cabello rubio muy largo. La mujer portaba un arma de fuego y apuntaba al transeúnte. Vi cómo ella le decía unas palabras, que no alcancé a oír, tras lo cual, le disparó dos veces. El coche arrancó y se alejó a gran velocidad.
Una vez el coche hubo desaparecido, salí del lugar en el que me había escondido y acudí en ayuda del hombre al que habían disparado minutos antes. Había un gran charco de sangre. Le tomé el pulso, pero ya era demasiado tarde, estaba muerto.
Las extrañas circunstancias me asustaron y me escondí en un soportal de un local comercial, desde donde pude ver que la ventanilla del copiloto se bajaba y asomaba desde el interior de esa posición del vehículo la cabeza de una mujer de raza blanca y cabello rubio muy largo. La mujer portaba un arma de fuego y apuntaba al transeúnte. Vi cómo ella le decía unas palabras, que no alcancé a oír, tras lo cual, le disparó dos veces. El coche arrancó y se alejó a gran velocidad.
Una vez el coche hubo desaparecido, salí del lugar en el que me había escondido y acudí en ayuda del hombre al que habían disparado minutos antes. Había un gran charco de sangre. Le tomé el pulso, pero ya era demasiado tarde, estaba muerto.
miércoles, 12 de agosto de 2009
Man on wire.
Nada hay más poderoso que un hombre con un sueño y el valor de llevarlo a cabo. No habrá barreras tangibles o intangibles que frenen su ímpetu de verlo realizado.
Philippe es un funambulista francés que tras ver en una revista el diseño de dos torres gemelas en Nueva York, deseó con todas sus fuerzas tender un alambre entre ellas, para caminar entre las nubes la distancia que las separaba, desafiando a la gravedad, al tiempo atmosférico, a las leyes,y, por qué no, a la propia naturaleza humana, que ha condenado a nuestros pies a pasar la mayor parte del tiempo en tierra firme...
Y qué maravilloso espectáculo debió ofrecer a los transeúntes, aunque la vista de estos no puede compararse con la del propio Philippe, dueño de esos metros de cielo durante los 45 minutos que duró su sueño.
Ver este documental es aún más mágico ahora, su proeza es mayor, porque si antes era poco probable que se repitiera, a día de hoy, por la brutalidad de algunos, es imposible.
lunes, 10 de agosto de 2009
Creencias literarias...
En todos los años que llevo escribiendo para mí únicamente, he desarrollado dos creencias.
La primera de ellas es que al plasmar en el papel incluso cualquier pequeñez que nos haga meditar un rato, estamos dándole vida y a la vez, muerte. Explicaré mejor esto último: el nacimiento a la vida escrita va a asesinar esas sensaciones, va a cortarles las alas vilmente, a impedir, en definitiva, su transformación a mariposa en el mundo real. Al escribir nuestras emociones, nuestros anhelos, perdemos el ansia de verlos realizados, pierden su fuerza.
Esta creencia mía aparece ratificada en el libro “La sirena negra” de Emilia Pardo Bazán. En la novela citada, uno de los personajes alaba constantemente el suicidio y se dedica a mostrar al mundo su adoración a la muerte mediante artículos que publica en periódicos de escasa difusión. Jamás colgará la cuerda que le robaría de forma violenta y obligada el aire necesario para seguir amando a la dama oscura. Al dejar fluir sus sentimientos a través de su escritura, estos mueren en cierto grado; puede que sigan latentes, pero han perdido su fuerza, su ímpetu, su pasión.
¿Será un sacrificio la escritura?
La otra creencia es que escribir es como redactar una carta dirigida a nosotros mismos, contándonos cosas que de otro modo no nos sería posible descubrir. Curiosamente, esto también aparece de algún modo en la novela anteriormente mencionada.
Quizá yo haya llegado a esta idea porque se adapta perfectamente a mi situación de persona que escribe en momentos de sentimientos convulsos para desahogarse. Hay cosas en las que, precisamente por su carácter de evidentes, no reparamos hasta que nos chocamos contra ellas cuando las leemos o cuando alguien hace algún tipo de comentario al respecto.
Y es que este siglo XXI nos tiene tan mimados que no tenemos apenas necesidad de parar en seco y preguntarnos gran parte de las cosas. Nos limitamos a asentir y aceptarlas.
La primera de ellas es que al plasmar en el papel incluso cualquier pequeñez que nos haga meditar un rato, estamos dándole vida y a la vez, muerte. Explicaré mejor esto último: el nacimiento a la vida escrita va a asesinar esas sensaciones, va a cortarles las alas vilmente, a impedir, en definitiva, su transformación a mariposa en el mundo real. Al escribir nuestras emociones, nuestros anhelos, perdemos el ansia de verlos realizados, pierden su fuerza.
Esta creencia mía aparece ratificada en el libro “La sirena negra” de Emilia Pardo Bazán. En la novela citada, uno de los personajes alaba constantemente el suicidio y se dedica a mostrar al mundo su adoración a la muerte mediante artículos que publica en periódicos de escasa difusión. Jamás colgará la cuerda que le robaría de forma violenta y obligada el aire necesario para seguir amando a la dama oscura. Al dejar fluir sus sentimientos a través de su escritura, estos mueren en cierto grado; puede que sigan latentes, pero han perdido su fuerza, su ímpetu, su pasión.
¿Será un sacrificio la escritura?
La otra creencia es que escribir es como redactar una carta dirigida a nosotros mismos, contándonos cosas que de otro modo no nos sería posible descubrir. Curiosamente, esto también aparece de algún modo en la novela anteriormente mencionada.
Quizá yo haya llegado a esta idea porque se adapta perfectamente a mi situación de persona que escribe en momentos de sentimientos convulsos para desahogarse. Hay cosas en las que, precisamente por su carácter de evidentes, no reparamos hasta que nos chocamos contra ellas cuando las leemos o cuando alguien hace algún tipo de comentario al respecto.
Y es que este siglo XXI nos tiene tan mimados que no tenemos apenas necesidad de parar en seco y preguntarnos gran parte de las cosas. Nos limitamos a asentir y aceptarlas.
sábado, 1 de agosto de 2009
Eva quiere enamorarse.
Cuando por fin Eva se desenganchó de aquel fumador empedernido que, según ella misma dijo resultó ser un cabronazo (palabras textuales), se prometió ignorar al género masculino.
Pero meses más tarde, y con ocasión de la llegada a su ciudad del circo, se enamoró perdidamente de un funambulista. Un amor con fecha de caducidad, pues el circo partió a las seis semanas y con él, el funambulista, quedando el corazón de Eva temblando sobre el alambre por el que antes caminaba su amado.
Han pasado meses desde la partida del circo y ella ansía volver a enamorarse. Le han dicho que el amor no se busca, que te encuentra él a ti. Está cansada de esperar, así que se ha cosido un corazón rojo gigante en una camiseta en la que ha escrito la frase: “El amor es igual que un imperdible, prendido en la solapa del azar”; porque nadie dijo que no se pudieran dejar pistas…
Pero meses más tarde, y con ocasión de la llegada a su ciudad del circo, se enamoró perdidamente de un funambulista. Un amor con fecha de caducidad, pues el circo partió a las seis semanas y con él, el funambulista, quedando el corazón de Eva temblando sobre el alambre por el que antes caminaba su amado.
Han pasado meses desde la partida del circo y ella ansía volver a enamorarse. Le han dicho que el amor no se busca, que te encuentra él a ti. Está cansada de esperar, así que se ha cosido un corazón rojo gigante en una camiseta en la que ha escrito la frase: “El amor es igual que un imperdible, prendido en la solapa del azar”; porque nadie dijo que no se pudieran dejar pistas…
jueves, 30 de julio de 2009
Lecturas al sol.
Hacía mucho tiempo que Julia deseaba abrir un libro y devorarlo, pero no podía. Era una de las desventajas de la vida tan ocupada que llevaba. Había empezado múltiples veces “Historia del cerco de Lisboa”, de Saramago; pero tuvo que claudicar y conformarse con leer una página cada día del maravilloso “Libro de los abrazos”, de Galeano, ya que la independencia de sus microrrelatos le permitía dividir el libro en pequeños trozos sin perder el hilo.
De Lunes a Viernes, Julia invertía su tiempo entre clases por la mañana, clases por la tarde, algo de deporte, y dormir. Los fines de semana, cuando no tenía montones de trabajo, le gustaba salir por la noche para conocer amores furtivos y efímeros (otra de las desventajas de su escasez de tiempo libre era el no tener tiempo para enamorarse, alguien que admiraba mucho ya se lo había advertido: me enamoré como una loca al acabar Derecho, porque en los cinco años anteriores no tuve la oportunidad).
Así que cuando llegó el verano, buscó un buen tomo entre todos los que llenaban las estanterías de su casa y se dispuso a deleitarse con su lectura al aire libre. De una mano llevaba “El jugador ”, de Dostoievski, de la otra, una vieja silla de camping.
Cuando se sentó serían las once de la mañana. El tiempo pasaba en su ciudad, mientras ella, ajena a todo, jugaba en los casinos de Ruletenburgo. Un par de horas y decenas de páginas después, una gota de sudor que caía de su frente la devolvió al patio de su casa. Cerró el libro, dando tregua a su mente y a su cuerpo levemente sonrosado.
De Lunes a Viernes, Julia invertía su tiempo entre clases por la mañana, clases por la tarde, algo de deporte, y dormir. Los fines de semana, cuando no tenía montones de trabajo, le gustaba salir por la noche para conocer amores furtivos y efímeros (otra de las desventajas de su escasez de tiempo libre era el no tener tiempo para enamorarse, alguien que admiraba mucho ya se lo había advertido: me enamoré como una loca al acabar Derecho, porque en los cinco años anteriores no tuve la oportunidad).
Así que cuando llegó el verano, buscó un buen tomo entre todos los que llenaban las estanterías de su casa y se dispuso a deleitarse con su lectura al aire libre. De una mano llevaba “El jugador ”, de Dostoievski, de la otra, una vieja silla de camping.
Cuando se sentó serían las once de la mañana. El tiempo pasaba en su ciudad, mientras ella, ajena a todo, jugaba en los casinos de Ruletenburgo. Un par de horas y decenas de páginas después, una gota de sudor que caía de su frente la devolvió al patio de su casa. Cerró el libro, dando tregua a su mente y a su cuerpo levemente sonrosado.
viernes, 24 de julio de 2009
La ruptura.
- Espero que cuando vuelva tus cosas ya no estén aquí- dijo Elena.
- No te preocupes, así será – contestó él.
Elena cerró de un portazo la puerta del piso y también su relación amorosa con él. No podía aguantar más. Aprendió por las malas que no basta con querer a alguien y que ese alguien te quiera para llevar adelante una relación. La decisión estaba tomada, pero quedaba la tarea más difícil: olvidar.
Horas más tarde, cuando volvió al que había sido el refugio de los dos, subió las escaleras hasta el primero a oscuras, no quiso encender la luz, abrió la puerta a tientas, y se desplomó en el suelo. Cuando el nudo de su garganta se disipó dejándole tragar saliva, fueron sus ojos los que la traicionaron y estalló en lágrimas.
Pasado el primer torrente salino y sabiendo que vendrían muchos más, subió todas las persianas, abrió de par en par las ventanas y gritó hacia la calle que por fin era libre.
- No te preocupes, así será – contestó él.
Elena cerró de un portazo la puerta del piso y también su relación amorosa con él. No podía aguantar más. Aprendió por las malas que no basta con querer a alguien y que ese alguien te quiera para llevar adelante una relación. La decisión estaba tomada, pero quedaba la tarea más difícil: olvidar.
Horas más tarde, cuando volvió al que había sido el refugio de los dos, subió las escaleras hasta el primero a oscuras, no quiso encender la luz, abrió la puerta a tientas, y se desplomó en el suelo. Cuando el nudo de su garganta se disipó dejándole tragar saliva, fueron sus ojos los que la traicionaron y estalló en lágrimas.
Pasado el primer torrente salino y sabiendo que vendrían muchos más, subió todas las persianas, abrió de par en par las ventanas y gritó hacia la calle que por fin era libre.
jueves, 23 de julio de 2009
La soledad (II).
Eva me dijo que cuando era pequeñita, creía que le gustaba estar sola. Años más tarde comprendió que no le quedaba más remedio que tener esa creencia, porque estaba tan perdida y rodeada de amistades tan vacías que tenía la sensación de soledad anclada en su cuerpo aún en compañía de toda esa gente que no le aportaba nada.
Me confesó: -Cuando conocí la amistad y el amor pude afirmar verdaderamente que me gustaba estar sola, porque desde entonces y por suerte, mis momentos de soledad han sido una elección.
Me confesó: -Cuando conocí la amistad y el amor pude afirmar verdaderamente que me gustaba estar sola, porque desde entonces y por suerte, mis momentos de soledad han sido una elección.
La soledad.
El Domingo pasado el suplemento de El País incluía un reportaje titulado "Cómo viajar con los demás (o solo)", enmarcado en su sección de Psicología. Dado que acabo de venir de un viaje en grupo, me lancé a leerlo con interés.
En el artículo se pueden separar dos partes.
En la primera de ellas, el autor habla de los viajes que realizamos acompañados de otras personas, las rencillas que pueden aflorar y los presupuestos para que todo funcione bien: paciencia, flexibilidad, respeto, sentido del humor y gratitud. Prefiero no entrar a comentar más esta parte, porque en mi viaje creo que faltaron al menos tres en algún momento (y esto desencadenó algún que otro conflicto).
La segunda parte nos vende las ventajas de viajar solo (una de ellas ya ha aparecido implícitamente en la primera parte: evitar los problemas de la convivencia). El autor, que manifiesta haber experimentado la aventura de unas vacaciones en soledad, afirma que son convenientes para "crecer y madurar emocionalmente".
En este artículo aparecen varios aforismos que quiero compartir:
"¿Por qué, en general, se rehúye la soledad? Porque somos muy pocos los que encuentran compañía consigo mismos", Carlo Dossi.
"El instinto social de los hombres no se basa en el amor a la sociedad, sino en el miedo a la soledad", Arthur Schopenhauer.
"Aprendes a estar solo cuando comprendes que nunca lo estás realmente", Marc Oromí.
martes, 21 de julio de 2009
La tragedia del oído.
Había un hombre que creía que no sólo oía por las orejas. A esta conclusión llegó una noche de tormenta. Se puso tapones en los oídos para no escuchar los truenos, que le asustaban desde que otra noche de tormenta, treinta años atrás, su abuela le contara que eran lanzados por Dios para acabar con la gente mala: Si tu abuelo no se hubiera liado con esa fulana de la Mari Carmen, aún estaría entre nosotros. No es que aquel hombre fuera muy creyente, es más, no iba a misa más que en ocasiones en que hubiera algo para llenar la panza después de la eucaristía: bodas, bautizos, comuniones,..., y también para el entierro de su abuelo. Pero ya se sabe que nadie es bueno por completo, todos hemos cometido algún pecado, aunque sea de los pequeñitos.
Pese a los tapones, los truenos resonaban en su interior y cada vez más próximos. Pensó: este horrible sonido debe entrar por otro sitio hasta llegar a mi cabeza. Debía ser la nariz el otro receptor. Dicho y hecho: se la tapó y comenzó a respirar por la boca. No dió resultado, seguía oyendo los truenos. ¿Sería el hueco de sus labios despegados el camino? Buscó un pañuelo. Se tapó la boca y la nariz. No volvió a oír nada.
Pese a los tapones, los truenos resonaban en su interior y cada vez más próximos. Pensó: este horrible sonido debe entrar por otro sitio hasta llegar a mi cabeza. Debía ser la nariz el otro receptor. Dicho y hecho: se la tapó y comenzó a respirar por la boca. No dió resultado, seguía oyendo los truenos. ¿Sería el hueco de sus labios despegados el camino? Buscó un pañuelo. Se tapó la boca y la nariz. No volvió a oír nada.
viernes, 17 de julio de 2009
Ciao Italia
Día 1.
Nos levantamos a las 6.30 a.m., el vuelo saldrá a las 9.55. Nervios antes de subir en el avión, para alguna va a ser el primer vuelo. Pitidos en el control de seguridad: piercings y chapas beatlelianas y ovejunas. Aplausos, ya hemos llegado a Bergamo, son las 12.00. Uy, qué nublado está, vaya frío que debe hacer, ponte la chaqueta. Pues no, vaya bochornazo. Joé, qué calor. Reencuentro con Sandra, en primera línea entre los que esperan.
Autobús desde el aeropuerto y ya estamos en Bergamo. ¿Qué mejor guía que nuestra Erasmus, jaja? ¡Qué bonito Bergamo! El funicular nos lleva de la Cittá Baja a la Alta y de la Alta a edificios y un castillo aún más arriba. Entre medias, un heladito italiano, eso que no falte, y algún incidente que otro con un polo de mango. Ains.
Para cenar, un aperitivo, una de las mejores cosas autóctonas, pagando una bebida tienes derecho a cuanta comida quieras, ocasión inmejorable para probar pastas frías, calientes, ...Bonitas vistas desde la terraza del piso de Sandra. Y a dormir que mañana nos vamos a Milano.
Día 2.
Otra vez a las 6.30 en pie. Un tren nos lleva a Milán, donde hace aún más calor que en Bergamo. Visitamos la Galería de Vittorio Emmanuelle (- Gracias. Thank you. Lo que sea. Marta hablará cualquier idioma menos el italiano, está comprobado, jaja). A la salida nos encontramos el Duomo, la catedral (a la que corresponde la foto). Cosas insólitas pasan en esta ciudad: ¡Jesucristo tiene página web! Unos 200 peldaños más arriba, y pisando el tejado de la catedral, observamos toda Milán y cómo yo me derrito. Visitamos un par de Iglesias más, con el rídiculo inconveniente de tener que ponernos chaqueta Yoli y yo (estos curas mira que son raros, no les parece bien que en verano lleves tirantes). Nos quedamos a las puertas (nunca mejor dicho) de ver "La última cena" de Leonardo da Vinci. Un castillo con gatos moqueantes. Fuentes que nos refrescan al lado de esculturas de boxeadores. Tren de vuelta a Bergamo con olores raros y muchas, muchísimas risas. Cenita y por la noche obras en la calzada hasta altas horas de la madrugada (miedo me daría que hubiera PlanE en Italia, no podría dormir ni un solo italiano).
Día 3.
Amenaza tormenta. Deja de ser amenaza. Está lloviendo con ganas. Ya no podemos ir al lago de Lecco. Iremos después de comer. Carreras para no perder el tren. Durante el trayecto vemos cómo va oscureciendo fuera, sólo son las cuatro de la tarde y llueve a mares. Entre el andén y la estación nos calamos, es una sensación genial, la lluvia fresquita nos ha empapado, pero la siguiente sensación ya no es tan agradable: nos estamos congelando. Pues nada, llegar para coger el tren de vuelta. Y aquí estoy, escribiendo. Aún falta día y medio de viaje y esto promete.
martes, 14 de julio de 2009
Una bonita canción
Domingo astromántico
Love of Lesbian
Y ya lo sé, otra vez ha sucedido,
volaron los manteles y el domingo se hizo
especial.
Flotaba en azoteas todo mi deseo,
un solecito bueno y tus
faldas al viento,
nada más.
Aeroplanos que saludo moviendo un
espejo,
la ropa y tu pelo se movían al mismo compás,
nada más.
Te deslizas como si fueras de viento
y al contacto con mis dedos te
desvanecieras.
Si tu magia ya no me hace efecto,
¿cómo voy a
continuar?
Si me sueltas entre tanto viento,
¿cómo voy a continuar?,
¿cómo voy a continuar?
Recuerdo que sopló la luna y era en pleno día
y entre aquellas nubes vislumbraste la estrella polar,
y algo más.
Madelmans haciendo slalom por tu cuello,
aire que se lleva tus
misterios, hacia el Sur se van.
Y sé que a veces piensas que estoy algo
ido,
pero nunca pierdo una sola oportunidad de admirar cómo ...
Te deslizas como si fueras de viento
y al contacto con mis dedos te
desvanecieras.
Si tu magia ya no me hace efecto,
¿cómo voy a
continuar?
Si me sueltas entre tanto viento,
¿cómo voy a continuar?,
¿cómo voy a continuar?
lunes, 13 de julio de 2009
viernes, 10 de julio de 2009
Unos cuerpos son como flores.
Unos cuerpos son como flores,
otros como puñales,
otros como cintas de agua;
pero todos, temprano o tarde,
serán quemaduras que en otro cuerpo se agranden,
convirtiendo por virtud del fuego a una piedra en un
hombre.
Pero el hombre se agita en todas direcciones,
sueña con libertades, compite con el viento,
hasta que un día la quemadura se borra,
volviendo a ser piedra en el camino de nadie.
Yo, que no soy piedra, sino camino
que cruzan al pasar los pies desnudos,
muero de amor por todos ellos;
les doy mi cuerpo para que lo pisen,
aunque les lleve a una ambición o a una nube,
sin que ninguno comprenda
que ambiciones o nubes
no valen un amor que se entrega.
otros como puñales,
otros como cintas de agua;
pero todos, temprano o tarde,
serán quemaduras que en otro cuerpo se agranden,
convirtiendo por virtud del fuego a una piedra en un
hombre.
Pero el hombre se agita en todas direcciones,
sueña con libertades, compite con el viento,
hasta que un día la quemadura se borra,
volviendo a ser piedra en el camino de nadie.
Yo, que no soy piedra, sino camino
que cruzan al pasar los pies desnudos,
muero de amor por todos ellos;
les doy mi cuerpo para que lo pisen,
aunque les lleve a una ambición o a una nube,
sin que ninguno comprenda
que ambiciones o nubes
no valen un amor que se entrega.
Luis Cernuda.
(Mañana os explicaré el signficado de este poema para mí.)
jueves, 9 de julio de 2009
Cadáver ínfimo
Se murió diez centímetros tan sólo:
una pequeña muerte que afectaba
a tres muelas careadas y a una uña
del pie llamado izquierdo y a cabellos
aislados, imprevistos.
Oraron lo corriente, susurrando:
«Perdónalas, Señor, a esas tres muelas
por su maldad, por su pecaminosa
masticación. Muelas impías,
pero al fin tuyas como criaturas.»
Él mismo estaba allí,
serio, delante
de sus restos mortales diminutos:
una prótesis sucia, unos cabellos.
Los amigos querían consolarle,
pero sólo aumentaban su tristeza.
«Esto no puede ser, esto no puede
seguir así. O mejor dicho:
esto debe seguir a mejor ritmo.
Muérete más. Muérete al fin del todo.»
Él estrechó sus manos, enlutado,
con ese gesto falso, compungido,
de los duelos más sórdidos.
«Os juro
—se echó a llorar, vencido por la angustia—
que yo quiero morir mi sentimiento,
que yo quiero hacer piedra mi conducta,
tierra mi amor, ceniza mi deseo,
pero no puede ser, a veces hablo,
me muevo un poco, me acatarro incluso,
deducen que estoy vivo,
mas no es cierto:
vosotros, mis amigos,
deberíais saber que, aunque estornude,
soy un cadáver muerto por completo.»
Dejó caer los brazos, abatido,
se desprendió un gusano de la manga,
pidió perdón y recogió el gusano
que era sólo un fragmento
de la totalidad de su esperanza.
Ángel González.
una pequeña muerte que afectaba
a tres muelas careadas y a una uña
del pie llamado izquierdo y a cabellos
aislados, imprevistos.
Oraron lo corriente, susurrando:
«Perdónalas, Señor, a esas tres muelas
por su maldad, por su pecaminosa
masticación. Muelas impías,
pero al fin tuyas como criaturas.»
Él mismo estaba allí,
serio, delante
de sus restos mortales diminutos:
una prótesis sucia, unos cabellos.
Los amigos querían consolarle,
pero sólo aumentaban su tristeza.
«Esto no puede ser, esto no puede
seguir así. O mejor dicho:
esto debe seguir a mejor ritmo.
Muérete más. Muérete al fin del todo.»
Él estrechó sus manos, enlutado,
con ese gesto falso, compungido,
de los duelos más sórdidos.
«Os juro
—se echó a llorar, vencido por la angustia—
que yo quiero morir mi sentimiento,
que yo quiero hacer piedra mi conducta,
tierra mi amor, ceniza mi deseo,
pero no puede ser, a veces hablo,
me muevo un poco, me acatarro incluso,
deducen que estoy vivo,
mas no es cierto:
vosotros, mis amigos,
deberíais saber que, aunque estornude,
soy un cadáver muerto por completo.»
Dejó caer los brazos, abatido,
se desprendió un gusano de la manga,
pidió perdón y recogió el gusano
que era sólo un fragmento
de la totalidad de su esperanza.
Ángel González.
miércoles, 8 de julio de 2009
Haciendo tonterías por amor.
Eva sólo ha fumado un par de cigarrillos en su vida y, en ambas ocasiones, fue por amor. Ocurrió en el verano en que estaba liada con un fumador empedernido.
Cuando no podía estar con él, fumaba para recordar su sabor a cenicero.
Poco tiempo más tarde, Eva comprendió que ni el tabaco ni aquel chico le hacían bien alguno.
Cuando no podía estar con él, fumaba para recordar su sabor a cenicero.
Poco tiempo más tarde, Eva comprendió que ni el tabaco ni aquel chico le hacían bien alguno.
martes, 7 de julio de 2009
lunes, 6 de julio de 2009
Extracto de "Pedro Páramo", de Juan Rulfo.
El calor me hizo despertar al filo de la medianoche. Y el sudor. El cuerpo de aquella mujer hecho de tierra, envuelto en costras de tierra, se desbarataba como si estuviera derritiéndose en un charco de lodo. Yo me sentía nadar entre el sudor que chorreaba de ella y me faltó el aire para respirar. Entonces, me levanté. La mujer dormía. De su boca borbotaba un ruido de burbujas muy parecido al del estertor.
Salí a la calle para buscar el aire; pero el calor que me perseguía no se despegaba de mí.
Y es que no había aire; sólo la noche entorpecida y quieta, acalorada por la canícula de agosto.
No había aire. Tuve que sorber el mismo aire que salía de mi boca, deteniéndolo con las manos antes de que se fuera. Lo sentía ir y venir, cada vez menos; hasta que se hizo tan delgado que se filtró entre mis dedos para siempre.
Digo para siempre.
Tengo memoria de haber visto algo así como nubes espumosas haciendo remolino sobre mi cabeza y luego enjuagarme con aquella espuma y perderme en su nublación. Fue lo último que vi.
Salí a la calle para buscar el aire; pero el calor que me perseguía no se despegaba de mí.
Y es que no había aire; sólo la noche entorpecida y quieta, acalorada por la canícula de agosto.
No había aire. Tuve que sorber el mismo aire que salía de mi boca, deteniéndolo con las manos antes de que se fuera. Lo sentía ir y venir, cada vez menos; hasta que se hizo tan delgado que se filtró entre mis dedos para siempre.
Digo para siempre.
Tengo memoria de haber visto algo así como nubes espumosas haciendo remolino sobre mi cabeza y luego enjuagarme con aquella espuma y perderme en su nublación. Fue lo último que vi.
jueves, 2 de julio de 2009
Love is a human right
Mi amigo Luis no puede pasear de la mano de su pareja, no se atreve. Y es que su pareja se llama Mario. Son nombres ficticios, pero, por desgracia, la situación no lo es.
Mi amigo no se llama Luis, no soy yo la persona que tiene que “sacarle del armario”. Realmente, no sé por qué se le da tanta importancia a eso de salir del armario, yo no me presento diciendo – Soy Lucía y soy heterosexual (aunque sería gracioso ver la reacción de la otra persona). La situación ideal sería que no importaran las preferencias sexuales de la gente, nadie tendría que revelarlas, simplemente actuar de manera natural.
Me da pena que mi amigo Mario tenga que llevar una “doble vida”. No se atreve a agarrar a su novio, mucho menos a darle un beso en público o a abrazarlo. No quiere exponerse a que la gente les rechace, gire la cabeza hacia otro lado, les mire incisivamente, o, incluso, les agreda verbal o físicamente. En este país que se cree tan moderno, tan liberal, hace muy pocos años que se han aprobado los textos legales que permiten a gays y lesbianas casarse y adoptar. Hubo entonces, y hay ahora comentarios del tipo: ¡Qué escándalo! ¡Eso no puede llamarse matrimonio! ¡Qué clase de educación pueden darle a su hijo adoptado si no tienen valores! Por no mencionar las ridiculeces que llegan a pronunciar los más reaccionarios y los más enfervorecidos católicos: eso es una enfermedad, son unos desviados, entre otras lindezas.
A veces Mario se ríe de mí cuando le preguntó qué sentía cuando empezaba a tener dudas sobre su orientación sexual, pero es una sonrisa triste, no quiere acordarse. Este año el lema del día del Orgullo Gay es “Escuelas sin armarios”, ojalá otros chicos y otras chicas no tengan que pasar por esos momentos de soledad que mi amigo Mario quiere olvidar.
Mi amigo no se llama Luis, no soy yo la persona que tiene que “sacarle del armario”. Realmente, no sé por qué se le da tanta importancia a eso de salir del armario, yo no me presento diciendo – Soy Lucía y soy heterosexual (aunque sería gracioso ver la reacción de la otra persona). La situación ideal sería que no importaran las preferencias sexuales de la gente, nadie tendría que revelarlas, simplemente actuar de manera natural.
Me da pena que mi amigo Mario tenga que llevar una “doble vida”. No se atreve a agarrar a su novio, mucho menos a darle un beso en público o a abrazarlo. No quiere exponerse a que la gente les rechace, gire la cabeza hacia otro lado, les mire incisivamente, o, incluso, les agreda verbal o físicamente. En este país que se cree tan moderno, tan liberal, hace muy pocos años que se han aprobado los textos legales que permiten a gays y lesbianas casarse y adoptar. Hubo entonces, y hay ahora comentarios del tipo: ¡Qué escándalo! ¡Eso no puede llamarse matrimonio! ¡Qué clase de educación pueden darle a su hijo adoptado si no tienen valores! Por no mencionar las ridiculeces que llegan a pronunciar los más reaccionarios y los más enfervorecidos católicos: eso es una enfermedad, son unos desviados, entre otras lindezas.
A veces Mario se ríe de mí cuando le preguntó qué sentía cuando empezaba a tener dudas sobre su orientación sexual, pero es una sonrisa triste, no quiere acordarse. Este año el lema del día del Orgullo Gay es “Escuelas sin armarios”, ojalá otros chicos y otras chicas no tengan que pasar por esos momentos de soledad que mi amigo Mario quiere olvidar.
La foto fue tomada por mi hermana Elena en Brighton, Inglaterra, el día del Orgullo. Hizo muchas fotos ese día, la mayor parte de ellas mucho más "locas", pero ésta es, de entre todas, la mejor, porque, sin duda, el amar es el derecho más humano.
miércoles, 1 de julio de 2009
D.E.P. Justicia universal
Estoy realmente indignada. El otro día me enteré por casualidad de que se había aprobado en el Congreso una enmienda al artículo 23 LOPJ, en concreto, se ha restringido el principio de justicia universal en España. Me parece muy curioso el hecho de que los medios apenas se hayan hecho eco de ello. Realmente curioso. A partir de ahora, la Audiencia Nacional sólo podrá ocuparse de delitos cometidos fuera de España cuando haya conexión con este país. En realidad, cuando el español es el presunto autor del delito, los tribunales españoles son competentes en virtud del principio de nacionalidad. En conclusión, el principio de justicia universal sólo accionará el mecanismo judicial español en el caso de crímenes internacionales cuando los ofendidos sean nacionales españoles o intereses españoles. Vamos a explicarles esto a las víctimas de los genocidios de Tíbet, China, Guatemala, Ruanda,… No, vosotros no, que no sois españoles. Qué más da que no haya ningún otro tribunal interesado en ellos…
Siete organizaciones de defensa de los derechos humanos han elaborado un manifiesto titulado "Día de luto para la justicia internacional". Comparto algunas de las ideas que en él se recogen, por ejemplo, estoy de acuerdo en que “España se preocupa más por no ofender algunos gobiernos poderosos que por poner fin a la impunidad de la que gozan los criminales”.
Me pregunto qué pensará de todo esto Almudena Bernabéu. Para los que no la conozcáis, ella es una abogada valenciana que trabaja en una ONG de San Francisco, defendiendo víctimas de violaciones de derechos humanos. Algunos de los casos que ha llevado se han sustanciado ante la Audiencia Nacional. Supongo que también estará de luto.
Siete organizaciones de defensa de los derechos humanos han elaborado un manifiesto titulado "Día de luto para la justicia internacional". Comparto algunas de las ideas que en él se recogen, por ejemplo, estoy de acuerdo en que “España se preocupa más por no ofender algunos gobiernos poderosos que por poner fin a la impunidad de la que gozan los criminales”.
Me pregunto qué pensará de todo esto Almudena Bernabéu. Para los que no la conozcáis, ella es una abogada valenciana que trabaja en una ONG de San Francisco, defendiendo víctimas de violaciones de derechos humanos. Algunos de los casos que ha llevado se han sustanciado ante la Audiencia Nacional. Supongo que también estará de luto.
Presentación
No se me ocurre mejor comienzo para el blog que el siguiente:
"Llamadme Ismael. Años atrás, no importa cuántos, hallándome con poco, o ningún dinero en la faltriquera, y sin nada que me interesara especialmente en tierra, se me ocurrió hacerme a la mar por una temporada, a ver la parte acuática del mundo. Es el sistema que tengo de ahuyentar la hipocondría y regular la circulación sanguínea. En cuanto noto en mi alma las húmedas brumas de noviembre, cuando me detengo involuntariamente ante las funerarias, o me agrego al cortejo del primer entierro con que tropiezo, y particularmente cuando la hipocondría me domina de tal forma que necesito de mis fuertes principios éticos para no lanzarme a la calle a quitarle a golpes, metódicamente, los sombreros a la gente...entonces, ya sé que es tiempo de embarcarme en cuanto pueda. Es mi sucedáneo del tiro de pistola. Catón se arroja sobre su espada, haciendo aspavientos filosóficos; yo me embarco pacíficamente. No hay en ello nada sorprendente. Si bien lo miran, no hay nadie que no experimente, en alguna ocasión u otra, y en más o menos grado, sentimientos análogos a los míos respecto del océano."
Últimamente me ha dado la tentación de "quitar sombreros" en muchas ocasiones, pero, en lugar de volverme marinera, me he decantado por usar la palabra para combatir esta mezcolanza de rabia, frustración y vete tú a saber qué más.
Además, como dice Eduardo Galeano en "El libro de los abrazos":
"Cuando es verdadera, cuando nace de la necesidad de decir, a la voz humana no hay quien la pare. Si le niegan la boca, ella habla por las manos, o por los ojos, o por los poros, o por donde sea. Porque todos, toditos, tenemos algo que decir a los demás, alguna cosa que merece ser por los demás celebrada o perdonada."
Buena suerte y hasta luego.
"Llamadme Ismael. Años atrás, no importa cuántos, hallándome con poco, o ningún dinero en la faltriquera, y sin nada que me interesara especialmente en tierra, se me ocurrió hacerme a la mar por una temporada, a ver la parte acuática del mundo. Es el sistema que tengo de ahuyentar la hipocondría y regular la circulación sanguínea. En cuanto noto en mi alma las húmedas brumas de noviembre, cuando me detengo involuntariamente ante las funerarias, o me agrego al cortejo del primer entierro con que tropiezo, y particularmente cuando la hipocondría me domina de tal forma que necesito de mis fuertes principios éticos para no lanzarme a la calle a quitarle a golpes, metódicamente, los sombreros a la gente...entonces, ya sé que es tiempo de embarcarme en cuanto pueda. Es mi sucedáneo del tiro de pistola. Catón se arroja sobre su espada, haciendo aspavientos filosóficos; yo me embarco pacíficamente. No hay en ello nada sorprendente. Si bien lo miran, no hay nadie que no experimente, en alguna ocasión u otra, y en más o menos grado, sentimientos análogos a los míos respecto del océano."
Últimamente me ha dado la tentación de "quitar sombreros" en muchas ocasiones, pero, en lugar de volverme marinera, me he decantado por usar la palabra para combatir esta mezcolanza de rabia, frustración y vete tú a saber qué más.
Además, como dice Eduardo Galeano en "El libro de los abrazos":
"Cuando es verdadera, cuando nace de la necesidad de decir, a la voz humana no hay quien la pare. Si le niegan la boca, ella habla por las manos, o por los ojos, o por los poros, o por donde sea. Porque todos, toditos, tenemos algo que decir a los demás, alguna cosa que merece ser por los demás celebrada o perdonada."
Buena suerte y hasta luego.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)