Y, por miedo a que conocimientos y vivencias nuevas expulsaran y reemplazasen a los viejos recuerdos, adquirió una nueva manía: hacer listas.
Y así comenzó en hojas de libretas de rayas, post-its, libros originariamente en blanco encuadernados en piel, documentos de procesadores de texto, o notas en diferentes aparatejos tecnológicos, variadas enumeraciones:
- los lugares visitados, (y los que estaban pendientes de conocer),
- los libros que le habían emocionado, (a veces, transferidos desde la lista de recomendaciones),
- las personas que ocupaban un lugar especial en su vida (una lista que se veía incrementada con poca frecuencia, pero con trazo firme),
- recetas de cocina,
- sus canciones favoritas,
- etcétera.
Además, diseñó un calendario diario donde resumía, a grandes rasgos, con algunas palabras, los acontecimientos del día. Y para aquéllos días más cargados de emociones, dedicó un cuaderno con pastas duras decoradas con una obra de Banksy.
Aunque hacía una pequeña trampa, escribiendo sólo aquellos momentos buenos que quería atesorar, destacándolos por pequeños que hubieran sido, y omitiendo intencionadamente aquéllos que, pese a ser quizá de mayor dimensión, le borraban la sonrisa. Evitaba mencionar aquéllo que de nada servía ya.
Así, si de verdad algún día necesitaba volver a esas fuentes para ayudarse a recordar, se aseguraba haber eliminado lastres.
Os deseo un muy feliz 2013, cargado de cosas buenas que llenen listas reales o imaginarias. Un abrazo