miércoles, 29 de diciembre de 2010

Lo mejor está por venir.

Me gustan mucho los aforismos, esas lecciones sabias condensadas en pocas palabras. En un post it colocado en lugar visible tengo escrito uno de Balzac que dice “La resignación es un suicidio cotidiano”.

Ojalá que el 2011 vea cómo se cumplen vuestros anhelos.
Por regla general, los deseos no se materializan de la noche a la mañana, sino que requieren de un esfuerzo constante durante un cierto tiempo.
En ese período de transición, hay ocasiones de flaqueza e incertidumbre, en las que nos planteamos tirarlo todo por la borda. Pues bien, es entonces cuando podemos hacer uso de la frase de Balzac, y recordar que cuanto mayor sea la dificultad, más grata será la recompensa, y que únicamente está permitido volver hacia atrás para tomar carrerilla.

Os deseo lo mejor para el próximo año.



sábado, 18 de diciembre de 2010

Más vale tarde que nunca.

La melodía del móvil la despertó de un estado de semi inconsciencia. Se encontró a sí misma, sentada al borde de la cama, vestida para salir. A su lado, la vieja maleta de cuero, medio llena-medio vacía, rodeada de varias camisas, vestidos y pantalones, aún unidos a sus respectivas perchas, pero en disposición de ser doblados y empaquetados, en busca de nuevo rumbo. Dos pares de zapatos descansaban sobre la alfombra.

Aún aletargada, pulsó, maquinalmente, la tecla con dibujo verde de su teléfono. Notó en ese instante, que sus manos estaban cálidas, sudorosas y brillantes. Del otro lado, una voz familiar dijo “Hola”. Entonces, quien debiera haber contestado, dejó caer la parte superior de su cuerpo 90 grados, apoyándolo sobre la cama, y colgó.

Confusa, se preguntó cómo había llegado hasta allí la maleta, y quién la habría ido llenando, pues no recordaba haberlo hecho ella misma. Era la única persona en la casa...¿Sería posible que…?

Siempre había querido viajar, pero, la universidad, la falta de dinero, su pareja y el trabajo, en orden cronológico, se lo habían impedido.
Y parecía que, al final, habían ganado la partida los deseos encerrados bajo llave en el lugar más remoto de su inconsciente. Sus anhelos dominaron cada uno de sus músculos.

Tras contemplar por largo rato la maleta a medio hacer, no pudo evitar continuar colocando cada pieza de ropa en su interior.

Terminada esta tarea, se encaminó hacia la puerta.
Sobre la mesa de la entrada estaba su sombrero de cuero. Aquél comprado hacía años, después de un flechazo tras verlo en un escaparate. Jamás lo había usado. Pero, cuando viajaba en sueños, siempre cubría su melena negra.

De nuevo sonó el teléfono, el mismo nombre en la pantalla. La misma voz familiar, esta vez en un tono ligeramente más agresivo, dijo: —¿Por qué me has colgado?
Y en esta ocasión, sí obtuvo respuesta: — Me voy.
— ¿Qué?
— Que me voy.
— Pero… ¿a dónde?
— A cualquier otra parte.

Foto realizada por Ana.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Encontrar la trama.

Después de leer todos los libros de su biblioteca personal, el barón Don Ginés Cambóo decidió convertirse en un reputado escritor.

Sobre la mesa de su despacho dispuso un paquete de folios, y su pluma estilográfica de oro, junto a una cajita de cargas de tinta.

Sin embargo, no se le ocurría trama alguna.

Entonces, cambió de localización: se sentó en el antiguo butacón de su bisabuelo, frente a la chimenea. Pero las musas no aparecieron.

Contrariado, subió a la segunda planta, y se recostó en el diván del siglo XIX. No dio resultado, continuaba sin ideas.

Pasaban los días y los folios seguían vírgenes.

El barón, que acostumbraba a ver sus deseos satisfechos con gran prontitud, estaba desesperado. Recorría su lujosa mansión maldiciendo, con el batín de seda y el pelo canoso alborotados.

Un día, resolvió subir a la última planta y abrir todas las ventanas. Escribió un par de líneas en un folio y lo tiró a través de una de ellas, para luego lanzarse él mismo al vacío.

Encontraron su cadáver, al lado de una hoja manchada de sangre que rezaba: “Al menos, ahora alguien tendrá una historia sobre la que escribir”.