viernes, 14 de marzo de 2014

De madrugada

Salgo de casa a las 6.20 de la mañana. Me sorprende, como cada día laborable, la intensa pero silenciosa actividad de la ciudad a esas horas tempranas. Hoy nos envuelve una densa niebla, a través de la cual, los comerciantes preparan los puestos de la feria, y los proveedores descargan cajas variadas frente a los establecimientos, aprovisionándolos para el primer cliente – que incluso se creerá madrugador –. Subo caminando la cuesta que lleva a la estación de tren, con mi termo/taza en una mano; el Earl Grey con un chorrito de leche se desborda mientras yo desespero por no atinar nunca con el volumen correcto. Por fin en el tren, saco de mi bolso un libro de cuentos de Benedetti, y un billete de avión ejerciendo las funciones de marca páginas me indica a dónde he de dirigirme. Miro hacia el paisaje, allí sigue la niebla, como vaho exhalado por los verdes campos ingleses, y el Sol es un globo incandescente que pugna por abrirse paso, así como yo trato de despertarme. Un día más comienza. Al menos, es Viernes.