martes, 26 de enero de 2010

I'm back.

Voy a contaros brevemente cómo fue mi viaje a Londres. Eso sí, no prometo que agrupe los sitios visitados en el orden correcto y es que la situación económica precaria de casi todo estudiante y los horarios tempraneros de los vuelos nos forzaron a pasar en el aeropuerto la primera noche y la última, con lo cual, los límites de cada día son difusos para mí, demasiado café...

El primer día en Londres, nos pateamos todo el centro, de Buckingham Palace a Hyde Park, de ahí a Piccadilly Circus, Covent Garden, el embarcadero (no hubo éxito, no había barquitos de esos que te dan una vuelta por el Támesis), Parlamento, Big Ben, abadía de Westmister, Soho (¿de veras está 20 minutos de Westmister? Creo que el inglés que nos indicó era pariente de Usain Bolt) de ahí a cenar y a planear el próximo día. Estábamos alojados en un bed & beakfast, que era para lo único para lo que pisamos el lugar (dormir y desayunar), y gracias, que no quiero ni acordarme de esa moqueta ennegrecida, jaja.





El segundo día, tras desayunar, dos de nosotros a lo English, (yo no, que a mí eso de comer alubias y huevo frito en la mañana como que no me apetece, jeje), fuimos a Harrod´s y de allí a otra propuesta comercial completamente distinta: Camdem Town, barrio peculiar, jeje, con su mercado y su Amy Winehouse (a esta última no la vimos), de allí de vuelta al Soho, paseo en bus de dos plantas (recomendación: comprar one-day travelcards, para bus y metro, sale mucho más económico) hasta la catedral de San Pablo, de nuevo bus hasta Tower Bridge y Tower of London, maravillosas vistas desde el embarcadero, y unas cervecitas, claro, como somos nosotros, imprescindible, jeje, pedimos "London Pride". Más tarde, no mucho, que allí se vive a otro ritmo, fuimos a cenar, a un restaurante español, que de español tenía la bandera y carteles de corridas de toros, pero platos como "Pollo al Ecuador", jamás los probé en España. Cenaditos, no podíamos ir a tomar más cervezas porque ya habían cerrado. De hecho, era curioso ver a la gente de copas a las ocho de la tarde... Y las mujeres inglesas he de decir que sí que están curtidas para el frío, que iban en vestiditos sin abrigo y sin medias, qué valientes.

El tercer día, fuimos a Notting Hill, a pasear por el mercado de antigüedades de Portobello Road. Y de allí, a la National Gallery, a ver "Los girasoles", entre otros cuadros. Y hacernos fotos varias por ahí, jeje.

Y el cuarto día, volvimos a España, un poquito cansados, jeje, la que escribe durmió catorce horas del tirón, jaja.


Pero mereció la pena...

Ésta soy yo, saltando en Hyde Park.

lunes, 18 de enero de 2010

Y la playa llora y llora...

Sus extremidades estirándose revelan que ya se ha despertado. A continuación, ejecutará su coreografía, el baile ritual matutino, que ha aprendido su cuerpecito menudo a fuerza de repetirlo diariamente. Tumbada en el lado derecho de la cama, extenderá los brazos muy despacio hacia el lado contrario, aquéllos que ahora vieran la escena creerían que es su modo de desperezarse, pero errarían; sus finos dedos criban el aire a su lado, tratando de palpar otro cuerpo, una vida ajena a la suya, una silueta masculina. Pero hace tiempo largo que él no está.
Y la soledad, anteriormente agazapada en un rincón de la habitación, oculta en las sombras, en ese instante, saldrá de su escondite para asestarle el golpe, y hacerle tambalearse cuando apoye los pies en el suelo. Como cada día desde hace muchos, se levantará con la tristeza anclada en el alma.

El siguiente paso de baile le llevará a la vieja silla frente al tocador, donde se sentará, frente al espejo, para peinar con sus dedos ágiles su pelo ensortijado y rebelde.

El movimiento que sigue, le transporta a la cocina, a preparar café para dos, sabiendo que sobrará la mitad. El aroma del líquido negro le traerá de vuelta a la vida, si es que a esto se le puede llamar vivir.

Tras tomar el café y ponerse un vestido, sale corriendo hacia la playa, para iniciar la búsqueda en la arena de las huellas de su enamorado, un pescador que tragó el mar hace años, que solía recorrer descalzo la arena mojada en las mañanas de bruma.
El mar, amado y odiado con la misma fuerza.

Y obtendrá el mismo resultado de todos los días: montones de huellas desconocidas, de amores de otros y otras o amores de nadie.

A la noche, con la marea baja, volverá a la playa, y se sumergirá en el mar, y dejará que su cuerpecito se mezca al compás de las olas, implorando secretamente que le lleven de vuelta con su esposo.

Una de esas noches dolorosas, exhausta de tanto llanto y búsqueda infructuosa, quedó dormida en la arena, acunada por el arrullo del mar cortejando a la playa. Cuando despertó a la mañana siguiente, sus brazos, acostumbrados a ciertas rutinas, a ciertos bailes rituales, se extendieron hacia la izquierda, y el mar, amado y odiado con la misma fuerza, los lamió y acercó a sus manos una botella de cristal que conservaba en su interior el mensaje que ella lanzó desesperada tiempo atrás: "Ne me quitte pas"

Para mi hermana Elena, por su cumpleaños.

martes, 12 de enero de 2010

El mundo.

Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia,
pudo subir al alto cielo.
A la vuelta contó. Dijo que había contemplado desde
arriba, la vida humana.
Y dijo que somos un mar de fueguitos.
-El mundo es eso -reveló- un montón de gente, un mar
de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las
demás.
No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos
chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de
fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego
loco que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos
bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la
vida con tanta pasión que no se puede mirarlos sin parpadear,
y quien se acerca se enciende.



Microrrelato de "El libro de los abrazos", de Eduardo Galeano.

sábado, 2 de enero de 2010

El mejor espectáculo circense

¡Señores y señoras, pasen y vean!¡El circo Racatachimpún tiene el placer de presentarles el espectáculo de "El domador desacorazado"! ¡Acérquense a la gran carpa amarilla central y disfruten de un show único en el mundo! ¡Para mayores y pequeños, una experiencia que jamás olvidarán! ¡Corran, el aforo es limitado! Así cantaba la megafonía del circo.

Minutos más tarde, pocos, pues se había generado una gran expectación entre el público, no cabía un alma más en el interior de la carpa amarilla. Y por fin, un payaso vestido de torero pronunció las siguientes palabras a modo de introducción: "Queridos amigos, el circo Racatachimpún se complace en presentarles el espectáculo "El domador desacorazado", un show jamás visto y tan único en la historia circense, que será imposible de repetir. Son ustedes, amables espectadores, realmente afortunados. Y sin más, que aparezca ya el domador."
Todos los ojos de la sala se dirigen hacía la puerta verde que se encuentra al final del escenario, por la cual, en ese momento, cruza un ser extraño: de cintura para abajo viste unos pantalones bombachos rojo chillón, pero su tronco superior está cubierto por una armadura, y su cabeza por un yelmo. Omitiendo los pantalones bombachos, podríamos pensar que es un caballero sacado de una novela épica. La gente cuchillea nerviosa, algunos, los más quisquillosos e impacientes, se lamentan de haber pagado la entrada para ver a semejante engendro.

Esta vez es un enano saltarín el que continúa el discurso comenzado por el payaso torero: "Hace seis meses, transformamos a nuestro domador de leones en lo que ahora ven. Fue fruto de una casualidad, no vamos a negarlo; estábamos haciendo malabares con objetos extraños que encontramos en un viejo baúl, y cuando la armadura que ven ustedes bajó desde la gran altura a la que el domador la había enviado, le cayó justo encima y se le quedó encajada, y para completar el conjunto, decidió ponerse "el casco". Lo que jamás hubiéramos imaginado es que esa armadura le protegería no sólo del mundo exterior físico, sino que mataría su sensibilidad, sí sí, como oyen, este domador lleva seis meses sin sentir dolor o alegría. Y les juro por mi santa y diminuta madre que ha pasado por un calvario el hombre, pero ni una sola lágrima ha tratado de abandonar sus ojos y escurrirse por debajo del yelmo. También ha vivido grandes situaciones que podríamos calificar de felices, tengan en cuenta que esto es un circo, pero jamás le hemos escuchado reír, y créanme si les digo, que jamás conocí a hombre de risa más sonora y contagiosa. Incluso le llevamos a una psicóloga, que, a la postre, trabaja aquí como Mujer Barbuda, experta en traumas de artistas, la cual, nos ha dicho que como hemos encerrado su corazón en esta coraza pasada de moda, el domador vive en un mundo aséptico, totalmente neutral. Para demostrar esta teoría tan descabellada, escuchamos su corazón, fiel reflejo de las emociones humanas, como todos sabemos, incluso los que no pertenecen al circo, y sonaba lejano y con latidos distantes entre sí, estaba casi parado."

"En el día de hoy, vamos a romper su coraza con un soplete que tengo aquí ahora" (El público, enamorado de emociones fuertes, exclama al unísono "Ooooooooh").

El domador se quita entonces el yelmo y el público observa que no hay señal de pánico en su cara, tan sólo, indiferencia. Va ser verdad que está condenado a la apatía, comentan algunos.

El enano con el soplete, despacito despedaza la armadura, liberando al pobre domador.
"Señoras, señores, ahora llega el minuto estelar. El clímax. Un instante que jamás olvidarán." Y ordena al domador que se arrodille, para ponerle sus deditos en el cuello, sobre la carótida, para tomarle el pulso. ¡LATE CON FUERZA!, grita. Y como el público no alcanza a creer el milagro del hombre que recupera sus sentimientos tras seis meses encerrado en su crisálida de hierro, coge el micrófono y lo coloca en el costado izquierdo. Pom, pom, pom, pom. El público se levanta de sus asientos y ovaciona como loco.

Pero...¿qué sucede? ¿Quién ha dejado la puerta verde abierta? Viene el león al que el domador amaestraba hasta que la armadura le alejó de todos. Ay. El público está aterrorizado. Por megafonía, una voz de hombre, con un timbre excesivamente afeminado, consecuencia de unos nervios mal disimulados, trata de calmar al populacho: "Amigos, no se muevan, está todo controlado. Esto es parte del show. Les devolveremos el dinero. Por Dios no se muevan, que va a ser peor. Si se quedan todos quietos, quizá pase de largo. Esto no nos lo va a cubrir el seguro. Ay." El público no tiene otra que no moverse, cada persona ha corrido en una dirección y se ha formado una especie de trenza humana.

El león se va acercando, pero el domador está relajado, quizá no sea verdad que ha recuperado la capacidad de sentir. Ay, qué tragedia, el león ha puesto sus zarpas alrededor del cuello del domador. La cena está lista. Pero, ¿Qué demonios? ¡Le está dando un abrazo!