viernes, 23 de diciembre de 2011

Realmente sucedió así (II)

Aquellas Navidades, un hombre demacrado, escuálido, con un traje que algún día fue rojo plagado de remiendos, y que no había tomado una ducha desde hacía semanas, bajó por la chimenea de la familia Pérez. Se dirigió con tal ansia en dirección al plato con trocitos de diferentes variedades de turrones, que sus zapatos desgastados y embarrados, tropezaron con el borde de la alfombra y cayó de bruces. El pequeño Luis, que tenía el sueño muy ligero todas las noches de 24 de diciembre, acudió presuroso al salón. Fue una sorpresa tan feliz para el inocente niño, que ignoró el lamentable estado de Papá Noel. A gritos, llamó a sus padres, que aparecieron somnolientos ante la insistencia de su hijo. Se quedaron petrificados. Y en el momento en que la madre ya estaba agarrando el auricular para telefonear a la policía, Luisito comentó alegremente:
-          
           Que dice mi amigo Nicolás que necesita un lugar donde vivir.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Cosas que pasan (VI)

Sus prodigiosas manos acariciaban el teclado del piano de cola, confundiéndose sus dedos con las teclas blancas y negras, cuando, mágicamente, daba vida a las figuras impresas sobre el pentagrama, devolviéndolas al estado etéreo y sonoro en el que las había imaginado su creador. Era el más virtuoso y reputado del país, quizá de todo el continente.  Se comentaba que escucharle en vivo era una experiencia sensorial única, que la música que brotaba del instrumento inundaba toda la sala y se colaba en el interior de los cuerpos de los asistentes.

Y aquella noche, actuaba en su ciudad. Desde hacía meses, ella guardaba recelosamente su entrada, en una cajita de madera sobre la mesita de noche. Se trataba de un concierto benéfico en un glamuroso hotel del centro. Ella luciría el vestido rojo que compró para la boda de su mejor amiga, un par de años atrás. Creía que todas las alabanzas que recibía el músico eran desproporcionadas, que no se trataba más que de una tremenda campaña de márketing, pero, aun así, no quería perderse el evento.

Una vez en el lugar, a la hora indicada, se hizo el silencio cuando apareció un hombre pálido y menudo, caminando con paso lento pero firme hacia el piano del centro del escenario. Se sentó y comenzó la simbiosis. Sus dedos ejecutaban un baile apasionado con las teclas. Y la audiencia extasiada, escuchaba en un estado catatónico, sólo interrumpido por algún profundo suspiro.

En la primera pausa, el pianista reparó en la presencia de nuestra mujer de rojo. Nunca había sentido una emoción tan intensa, ni siquiera cuando logró ejecutar por primera vez sin fallos aquella pieza que se le había resistido durante meses. Entonces, comenzó a tocar para ella de la manera más dulce. Los latidos de los corazones reunidos se acompasaron con la melodía; y ella supo, al instante, que aquella embriagadora música le estaba dedicada en exclusiva. Así que, movida por una fuerza irresistible, fue caminando hacia él, y subió las escaleras que separaban al público del artista. Llegó a su lado en el momento en que él pulsó la última tecla, la última nota. Nervioso, él continuó sentado frente a su fiel compañero.

Entonces, ella pronunció las dos palabras que él había deseado, pero con la voz más estridente y horrible jamás imaginada, insoportable para sus oídos de melómano. Esta circunstancia resultó fatal, el pianista sintió cómo su corazón se quebraba. Y recostando la cabeza sobre las teclas, dejó caer la tapa del piano sobre la misma, repetidamente, hasta perder el conocimiento para siempre.

Imagen de Google

viernes, 11 de noviembre de 2011

Momentos cinéfilos (II): Paris, Je T'aime


-  Y tú, ¿qué haces por amor?
  - Yo…sufro, por todo lo que fuimos.
  -   Dices que sufres por lo que fuimos, ¿no? Yo creo que nunca ha estado mejor.
-¿Puedo darte un masaje en los pies?
    -¿Por qué?
- Pues…Porque te duelen. Has pasado la noche corriendo por mis sueños.

 -    Si te vas a casar conmigo, deberías saber cuándo miento. Es algo fundamental.
- Lo que se dice en un museo de arte, nunca se debe tomar en serio.
  -  ¿No te vas a casar conmigo porque no te hago reír?


  
                    - Tomas escucha. Escucha. Hay veces en que la vida te pide un cambio, una transición. Como las estaciones. Nuestra primavera fue maravillosa. Pero ahora ya ha terminado el verano, hemos dejado pasar nuestro otoño. y ahora, de repente, hace tanto frío, tanto frío, que todo, todo, se está congelando a nuestro alrededor. Nuestro amor se ha dormido, y la nieve lo ha tomado por sorpresa. Pero si te duermes en la nieve, no oirás la llegada de la muerte. Cuídate.

viernes, 26 de agosto de 2011

Momentos cinéfilos (I)

Un doble sólo significa algo cuando existe el original. Pero cuando el original desaparece, ¿qué ocurre con el doble?

Kagemusha








- ¡Oh, mamá! ¡Los bomberos! Va a haber un incendio.

Fahrenheit 451









- La soledad me ha perseguido durante toda la vida, por todas partes: en los bares, en los coches, en las aceras, en las tiendas, por todas partes. No tengo escapatoria. Soy un hombre solitario. 








Ella era tímida, bajaba la cabeza para darle a él la oportunidad de acercarse; pero él no podía por falta de coraje.

Deseando amar

miércoles, 17 de agosto de 2011

Realmente sucedió así


Doce veces repicaron las campanas de la Iglesia. Pese a llevar poco más de una hora en la fiesta, Cenicienta estaba harta: la sala de baile estaba atestada de gente, los taconazos de aguja la estaban torturando y, para colmo, “su príncipe” estaba bailando con absolutamente todas las féminas asistentes, excepto con ella. Era momento de tomar cartas en el asunto: ni corta ni perezosa, liberó uno de sus pies y empleó el zapato como arma arrojadiza, volando éste entre las cabezas de muchos de los presentes. El hecho de que la pobre estuviera ahora descalza a medias, desequilibró su figura y provocó que errara el tiro, salvando al objetivo del zapatazo. Y así fue como, por primera vez en su vida, al de sangre azul le dieron calabazas. ¡Vaya afrenta! No podía permitirse la familia real la mofa que acarrearía la publicidad de la escena. Por ello, uno a uno, entregó a todos los trovadores del reino un puñado de monedas de oro, para que maquillaran la historia.

martes, 9 de agosto de 2011

La historia de los sombreros


Ocultos bajo la capa de la cotidianeidad, pasan desapercibidos algunos objetos. Quizá no tengan un alto valor monetario, pero, las historias que esconden los hacen tremendamente importantes para sus poseedores.

Así sucede con estos sombreros que un día se posaron sobre un jardín en alguna parte de miciudad, bajo el sol abrasador de principios de verano.

Hay dos bombines de procedencia dispar: uno descansó durante un tiempo en una tienda de artículos de broma y fiesta, y debía de significar tan poco para su anterior propietario que lo abandonó en las calles de mi querida Salamanca, donde fue recogido. El otro bombín lo compró mi hermana Elena en un concierto de ese gran cantante español que ha hecho de este tipo de sombrero parte de su imagen: sí, tiene escrito en la cinta negra “Sabina”, aunque para ser del todo rigurosos, hay que añadir que ese concierto formaba parte de la gira conjunta de aquél con el gigante Joan Manuel Serrat, “Dos pájaros de un tiro”.

Entre los dos bombines asoma un panamá que compramos un verano en el que te empeñaste en que querías uno, pero eres demasiado menuda y ninguno te ajustaba bien, ¡te sobraba sombrero! Hasta encontrar éste, que tenía el tamaño adecuado.

Cargado de flores está el sombrerito viajero: no se ha perdido una excursión desde que fue comprado. Recientemente, ha sido testigo de una puesta de sol en una playa gallega, una ronda de pescaíto frito en Cádiz,  un paseo por Las Ramblas o una vuelta por El Retiro. Recuerdos me traen también las flores olorosas que anidan en ese florero improvisado. Siempre he pensado que el olfato es el sentido más evocador de todos: ciertos olores me llevan inexorablemente a los lugares y momentos a los que los he asociado. Por eso, guardo un poquito de cada perfume y esencia cuando estos están casi agotados, para darle cuerda a la memoria. Así, el olor de aquel ambientador de sandía me lleva de vuelta al mes en Nueva Jersey o la canela en rama a las tardes preparando arroz con leche en la cocina familiar.

Volviendo a la columna sombrerera, el blanco con una cinta morada llegó como un regalo precioso por vía postal, rodeado de caramelos y una postal de Elvis. Y debo aclarar que era una treta oculta de su remitente, que sospechaba que yo necesitaba un empujoncito para seguir con este lugar (muchas gracias).

Coronando la pila de sombreros se encuentra uno muy especial: es un regalo para mamá, para que lo luzca en el pequeño huerto que cultiva papá, entre los mejores tomates y calabacines. Ella lo ha paseado aún más, por algunos de los senderos más inaccesibles de nuestra tierra -desfiladeros inclusive-. 
Pero bueno, finalmente, un sombrero nunca sabe cuál va a ser su destino.


domingo, 24 de julio de 2011

Descanso por vacaciones

Por suerte, este mes de Julio vivo en modo nómada. Después de visitar tierras portuguesas, el pasado fin de semana fui a Madrid y desde allí volé a Barcelona.
De la capital española recomiendo, a quien pueda acercarse, la exposición de Antonio López, porque es simplemente emocionante, aunque yo prefiero, frente a los óleos hiperrealistas de la Gran Vía, algunos de sus dibujos a lápiz.
La ciudad catalana me encantó, me quedaría especialmente con Montjuic (y las vistas desde el edificio del Museo Nacional de Arte de Cataluña), el parque Güell y el interior de la Sagrada Familia.

De nuevo me encuentro preparando las maletas, así que, dado que tanta ruta me impide actualizar el blog con la frecuencia deseada y leer y comentar a otros compañeros virtuales, me tomo unas vacaciones.

¡Hasta pronto!

martes, 12 de julio de 2011

De paseo por Oporto

La semana pasada estuve en Oporto. Es una ciudad de contrastes: edificios modernos se alternan con otros abandonados y ajados por el paso de los años. Muchas fachadas se adornan con azulejos de colores y otras se avergüenzan de sus pinturas saltadas y sus cristales hechos añicos. El Duero riega la ciudad y con calma se besa con el Atlántico, bajo la mirada atenta de dos faros. Seis puentes cruzan el río majestuosamente, sobre todo el diseñado por Eiffel, que permite, a diferentes alturas, el paso del tranvía y de los coches. Es una ciudad con mucho encanto, os recomiendo su visita.
Tributo al gran José Saramago y su obra "Ensayo sobre la ceguera"
Plaza de Aliados, donde se encuentra el Ayuntamiento.
Imagen del viejo tranvía. Al final del recorrido, para cambiar el sentido del viaje, se recolocan los asientos y el  cable.
  
Esta estatua está castigada contra la cristalera de la catedral. ¿Qué haría?
                               
Imagen de la ribera del Duero.

viernes, 1 de julio de 2011

Guerreros de a pie

Existen algunos seres humanos que,
ante los puñetazos de la vida,
se transforman,
y más que hombres y mujeres ordinarios,
parecieran los protagonistas
de historias épicas.

Cuando ataca la adversidad,
estos héroes de lo cotidiano,
no se rinden, sino que se convierten 
en construcciones inexpugnables.

Con la cabeza alta,
confiesan sin duda ni balbuceo
sus peores miedos,
que es el primer paso
para derrotarlos.

Jamás se detienen
frente a desdichas y obstáculos,
al contrario:
por graves que sean
con ellos se baten en duelo.

Y lo mejor de todo
es que cualquiera de nosotros
es, en potencia,
una de estas criaturas extraordinarias.


lunes, 20 de junio de 2011

Por alguna razón callé

Propongo que todo aquello que no te dije sufra una combustión espontánea en el momento en que ya no tenga sentido contarlo. Asimismo, esas mitades que guardé para mí cuando sólo confesé a medias, podrían evaporarse cuando ya no importen. ¡Que prescriban las faltas de omisión cuando carezca de valor compartir lo no revelado antes!


                                                      Foto de René Maltête

martes, 17 de mayo de 2011

¡Elige!

Tenía una decisión pendiente. Era una persona pragmática, no de ésas que cogen una moneda y la lanzan al aire, que toman un juego de cartas y eligen una (como en la película 2046), o que echan los dados a volar. 

Ella usaba cuadros estadísticos, enumeraba las opciones en la primera columna y en las siguientes colocaba las prestaciones, que recibirían mayor o menor puntuación por filas. Y tras rellenar todos los datos, los miraba y remiraba. Con un subrayador verde resaltaba los mejores candidatos. Alejaba el folio para darle una nueva perspectiva.  Lo paseaba por toda la casa, como si así alguna de las alternativas fuera a caerse de la hoja, exhausta. 

Entonces, sonaba el teléfono, y aunque, en un primer momento, ella rehusaba contar qué sucedía, el tono agobiado de su voz la delataba siempre, y terminaba confesando: “tengo un jaleo en la cabeza”. Y del otro lado del aparato, él escuchaba paciente, que para eso era un gran amigo, y sentenciaba: “pues sí, vaya quebradero de cabeza”.  Y al acabar la conversación seguía sin saber muy bien qué elegir. 

Se sentaba en sofá, para levantarse a los pocos segundos. 

Al llegar la noche, no podía dormir, imposible dejar de darle vueltas al tema. Mataba las horas de luna leyendo la edición digital de cierto periódico de tirada nacional; y así, al día siguiente, para cuando otros recién conocían las noticias, ella ya tenía hasta una opinión formada “¡qué mundo éste!”. 

Y se despertaba agotada, con toda la tensión en los hombros, como si por ellos la hubieran tendido junto a la ropa mojada. Los ojos se mostraban reticentes a abrirse y el cuerpo no recordaba bien el camino tantas veces repetido, así que el trayecto entre la habitación y la cocina lo hacía en zigzag, chocándose contra una y otra pared del pasillo. El prepararse el desayuno, en otras ocasiones, tarea sencilla y fútil, se convertía en una cadena de despropósitos: al servirse la leche en la taza, vertía la mitad fuera y/o la llenaba demasiado, por no hablar de ese medio minuto extra de microondas que provocaría que se quemara la lengua. 

Maldita sea. El sentido practico se rindió. Y ella tomó la moneda, deshojó la flor o escogió una carta de la baraja. Y también lanzó los dados, para que el azar determinara cuántos minutos necesitaría para darse cuenta de lo terrible que es la indecisión.


miércoles, 4 de mayo de 2011

Subacuática























"¡Insondable belleza, como jamás viera amante alguno en los ojos de su novia! No me hables de tus tiburones de feroces dientes, ni de tus hábitos salvajes y falaces. Que la fe domine la realidad, que la imaginación ahuyente la memoria; miro a los profundos y creo."

Moby Dick, Herman Melville.

martes, 26 de abril de 2011

El incidente

El sonido de la tormenta tras las ventanas no consiguió ocultar el ruido del asalto. Así que mamá bajó las escaleras corriendo para comprobar los daños. Y allí estaban, aún temblando sobre la mesa, las lilas tumbadas, el jarrón de cristal destrozado en innumerables pedazos, y el agua llorando sobre la alfombra, gota a gota.

De pie, al lado de la mesa, el chiquillo travieso, fingía estar sorprendido ante esa visión.

No hicieron falta preguntas, sólo esa mirada inquisitiva que tienen todas las madres.

Entonces, el pequeño cogió su lupa de explorador/coleccionista de sellos e impostando una voz detectivesca rompió el silencio:

— Es un misterio fascinante.

sábado, 16 de abril de 2011

Historia clínica.

"Informó que sufría taquicardia cada vez que lo veía, aunque fuera de lejos.

Declaró que se le secaban las glándulas salivales cuando él la miraba, aunque fuera de refilón.

Admitió una hipersecreción de las glándulas sudoríparas cada vez que él le hablaba, aunque fuera para contestarle el saludo.

Reconoció que padecía graves desequilibrios en la presión sanguínea cuando él la rozaba, aunque fuera por error.

Confesó que por él padecía mareos, que se le nublaba la visión, que se le aflojaban las rodillas. Que en los días no podía parar de decir bobadas y en las noches no conseguía dormir.

-Fue hace mucho tiempo, doctor -dijo-. Yo nunca más sentí nada de eso.

El médico arqueó las cejas:

-¿Nunca más sintió nada de eso?

Y diagnosticó:

-Su caso es grave."

Microrrelato de la colección "Bocas del tiempo" de Eduardo Galeano.

lunes, 4 de abril de 2011

Maravillosamente imperfectos.

Dentro de unos cientos de años, cuando el tiempo ya no se mida en términos tan subjetivos como la duración de un beso, el intervalo entre la última vez que te vi y la próxima ocasión en que pueda abrazarte, cuánto se puede sostener la mirada después de una mentira –quién sabe si piadosa –, sino en cifras huecas, a la par que objetivas –quizá en números romanos, esos nunca pasarán de moda-; en una cadena de montaje, el robot número 1 le preguntará al número 2 por qué se siguen fabricando seres humanos si son ineficientes, dado que su rendimiento y productividad son mínimos, además de ser terriblemente sensibles y frágiles.

En ese momento pseudofilosófico, el robot número 2 moverá una de sus extremidades hidráulicas superiores hacia la cinta transportadora que lleva los ejemplares de un lado a otro de la fábrica, para indicarle al robot número 1 que uno de los sujetos tiene una extraña mueca en la cara:

– Observa, las comisuras de los labios están inclinadas hacia arriba, y esto provoca que unos surcos se formen en sus mejillas. Debe de ser lo que antaño se denominaba “sonrisa”.

Ambos, el robot número 1 y el robot número 2, informarán sin dilación al robot-jefe, que rápidamente ordenará deshacerse del producto defectuoso y poner en cuarentena todo el recinto, no vaya a tratarse de un virus contagioso.

domingo, 27 de marzo de 2011

Interrogatorios.

Estaba tan harta de tener que contestar siempre a las mismas preguntas, que, desde hacía tiempo, no se reconocía en la imagen que reflejaban de ella esas respuestas inmutables que de tan repetidas ya brotaban automáticas.

sábado, 19 de marzo de 2011

¡Que nos sorprenda bailando!

Esta noche podremos ver la Luna más grande y más brillante que en cualquier otra noche de los últimos treinta años (o de cualquier noche de nuestras vidas para aquéllos que tenemos menos de esa edad). Esto se debe a que el satélite se encontrará en el punto de la órbita terrestre más cercano a la Tierra (esa situación se denomina "perigeo"), y además, estará en fase de luna llena.

Os dejo un fragmento de "Pedro Páramo", de Juan Rulfo, que viene perfecto para la ocasión:

"Había una luna grande en medio del mundo. Se me perdían los ojos, mirándote. Los rayos de luna filtrándose sobre tu cara. No me cansaba de ver esa aparición que eras tú."

viernes, 11 de marzo de 2011

The nest of lovers (El nido de los amantes)

"(...)
Y yo te veo porque yo te quiero.
No era la juventud, era el amor
cuando entonces viví sin darme cuenta
con tu manera de mirar al viento,
al fruto verdadero. Viste arañas
donde siempre hubo música
lejos de tantos sueños que iluminan
esa manera de mirar las puertas
con la sorpresa de su certidumbre,
pálida el alma donde nunca hubo
oscuridad sino agua
y danza.

(...)

Y yo te veo porque yo te quiero.
Es el amor que no tiene sentido.
Alza tu cara ahora a medio viento
con transparencia y sin destino en torno
a la promesa de la primavera,
los manzanos con júbilo en tu cuerpo
que es armonía y es felicidad,
con la tersura de la timidez
cuando se hace de noche y crece el cielo
y el mar se va y no vuelve
cuando ahora vivo la alegría nueva,
muy lejos del recuerdo, el dolor solo,
la verdad del amor que es tuyo y mío."

Claudio Rodríguez.

jueves, 3 de marzo de 2011

Cosas que pasan (V)

Cada dos o tres meses, Jacobo cambia de afición preferida. Ahora tocaba la literatura, así que comenzó a leer la sección de cultura del periódico para informarse acerca de qué autor estaba de moda. Un día, se topó con un gran titular que anunciaba que, en un mes, un afamado escritor visitaría su ciudad, con motivo de la presentación de su última novela. De este escritor, las reseñas destacaban la sobriedad y la elegancia de sus textos. Jacobo sonrió, decidió que leería toda su bibliografía, ya que no había sido un autor muy prolífico, únicamente había publicado cinco novelas, aunque todas de gran calidad, por lo que comentaban los críticos. Comenzó a soñar con acudir a reuniones de intelectuales y participar en sus tertulias cual erudito, mostrando a los otros que él era un gran conocedor de este autor tan relevante.

Acudió a la librería más próxima a su casa y pidió todos los libros que tuvieran en existencias que hubieran nacido de la mente de ese grande. Sin embargo, para su decepción, se habían agotado todas sus novelas, y únicamente disponían de un ejemplar de su autobiografía, aunque le prometieron que en el plazo de una semana llegarían los volúmenes solicitados. Jacobo decidió que leer las memorias le daría un nuevo cariz a la lectura de las obras, una interpretación enriquecida de cada frase.

Según pasaba las páginas, Jacobo iba sintiendo más y más angustia, al comprobar como sus ilusiones se deshacían. El escritor había sido en su infancia un niño enclenque, en su adolescencia un pusilánime y en su época adulta era un hipocondríaco, un pagado de sí mismo y ...un sinvergüenza. De ninguna manera podría leer ninguna de las obras de este engendro, sentenció al cerrar el libro.

Jacobo estaba terriblemente desconsolado. Pero ya que había invertido su tiempo en conocer a fondo a este ser terrible, acudió a la cita vestido con su mejor traje, acompañado de un sombrero y unas gafitas redondas que había comprado para la ocasión, y que le daban un cierto aire bohemio, y en el turno de preguntas, levantó la mano para expresar, de manera solemne:

– Le odio.

viernes, 18 de febrero de 2011

Miss Lonely.

De su época dorada, cuando era la actriz más famosa y querida de la ciudad, tan sólo quedaban unos cuantos recortes de periódicos y revistas, amarillentos por el tiempo. Hoy era una mujer más, olvidada y consumida.
Se despedía del que había sido su hogar durante tantos años, donde tantos éxitos había cosechado. Sentada sola, en un asiento entre las primeras filas del autobús que la devolvería, más vieja y cansada, al lugar donde nació, trataba de reprimir las lágrimas. No quería que el resto de pasajeros la viera llorar. La última actuación de su vida estaba dedicada, en exclusiva, a la ciudad que la había izado a lo más alto para soltarla, cuando se hartó de su presencia, al vacío. Se valió, en su interpretación, de un mecanismo aprendido en teatro: cuando enseñaba al público únicamente su perfil, lloraba por un solo ojo, para no malgastar lágrimas. Así, en ese instante, en el ojo derecho, el único que se apreciaba a través de la ventanilla, comenzó a llover.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Como agua para chocolate.

"Mi abuela tenía una teoría muy interesante, decía que si bien todos nacemos con una caja de cerillos en nuestro interior, no los podemos encender solos, necesitamos, como en el experimento, oxígeno y la ayuda de una vela. Sólo que en este caso el oxígeno tiene que provenir, por ejemplo, del aliento de la persona amada; la vela puede ser cualquier tipo de alimento, música, caricia, palabra o sonido que haga disparar el detonador y así encender uno de los cerillos. Por un momento nos sentiremos deslumbrados por una intensa emoción. Se producirá en nuestro interior un agradable calor que irá desapareciendo poco a poco conforme pase el tiempo, hasta que venga una nueva explosión a reavivarlo. Cada persona tiene que descubrir cuáles son sus detonadores para poder vivir, pues la combustión que se produce al encenderse uno de ellos es lo que nutre de energía al alma. En otras palabras, esta combustión es su alimento. Si uno no descubre a tiempo cuáles son sus propios detonadores, la caja de cerillas se humedece y ya nunca podremos encender un solo fósforo.
Si eso llega a pasar el alma huye de nuestro cuerpo, camina errante por las tinieblas más profundas tratando vanamente de encontrar alimento por sí misma, ignorante de que sólo el cuerpo que ha dejado inerme, lleno de frío, es el único que podrá dárselo.
(..)
Por eso hay que permanecer alejados de personas que tengan un aliento gélido. Su sola presencia podría apagar el fuego más intenso, con los resultados que ya conocemos. Mientras más distancia tomemos de estas personas, será más fácil protegernos de su soplo.
(...)
Claro que también hay que poner mucho cuidado en ir encendiendo los cerillos uno a uno. Porque si por una emoción muy fuerte se llegan a encender todos de un solo golpe producen un resplandor tan fuerte que ilumina más allá de lo que podemos ver normalmente y entonces ante nuestros ojos aparece un túnel esplendoroso que nos muestra el camino que olvidamos al momento de nacer y que nos llama a reencontrar nuestro perdido origen divino. El alma desea reintegrarse al lugar de donde proviene, dejando al cuerpo inerte…"

jueves, 27 de enero de 2011

Un recuerdo.

A medida que el tiempo va echando tierra sobre los recuerdos, algunos quedan tan enterrados, que parece nunca ocurrieron.

Quizá fuera un sueño que hace unos años y a un océano Atlántico de distancia de dónde se encontraba ahora, presa del miedo a la soledad y a la tristeza, le jurara que si se iba, no podría superarlo. Pero ni ese lance desesperado frenó su marcha. Entonces, aprendió que a veces, sólo a veces, es mejor no decir la verdad. Aunque aquel ultimátum que sentía tan real en aquel momento, resultara, más tarde, una gran mentira.

miércoles, 19 de enero de 2011

Un cuento para ti.

Finalmente, había conseguido domar su salvaje melena ondulada, dándole la forma de un moño de bailarina de ballet, y para que ningún mechón travieso se desbordara, lo rodeó con un lazo rojo. Ahora ya estaba casi lista para salir. Se pintó los labios de rojo y se dirigió a su bar favorito.

El lugar tenía mucho encanto: la decoración, desde el papel pintado de las paredes a los sillones tapizados por enésima vez, estaba tan pasada de moda, que daba al local, paradójicamente, un toque de modernidad.

En el techo, sobre la esquina de la barra, se apreciaba la única ruptura con esa atmósfera bohemia: un router wifi. El dueño del bar sabía que ese trasto estropeaba un poco el ambiente creado, pero era un tipo práctico y no estaba dispuesto a seguir perdiendo clientes en favor del cibercafé que había un par de calles más allá.

Elena se sentó en su ubicación preferida, sacó el portátil de su funda y lo encendió. Pidió un café solo y le recordó al camarero que no quería el sobrecito de azúcar, que a ella le gustaban los sabores auténticos. Comenzó entonces a escribir un email a su hermana Lucía, explicándole que en su última visita al laboratorio había descubierto que el olor a tierra mojada se debía a un hongo del suelo llamado “estreptomyces”. Al enviar esta información, sonrió maliciosamente, sabedora de que acababa de romper cualquier encanto que tuviera para la destinataria ese olor. Pensó, divertida, que la teoría de que la ignorancia es la felicidad, debería tener el siguiente corolario: “En ocasiones, la ignorancia preserva la hermosura de las cosas”.

Para endulzar un poco estas ideas, comenzó a soñar acerca de todos los descubrimientos que le faltaban por realizar.

Y mientras ella divagaba, el resto de mesas fueron ocupadas, así que cuando llegó él, no tenía lugar donde sentarse.

Este nuevo personaje miraba a su alrededor, con cara de decepción, hasta que Elena reparó en su presencia y, a pesar de no conocerle, le indicó con la cucharilla – que, por otra parte, sólo servía para marear la bebida amarga- que podía sentarse frente a ella.

Él se fijó en que la chica de moño de bailarina le hacía señas y, tras darle las gracias, se sentó en el lugar indicado, y pidió una copa de vino tinto.

Cuando llegó el camarero con lo ordenado, él comenzó a agitar la copa con un ligero movimiento de muñeca y presumió ante Elena de conocer, únicamente mediante ese meneo al líquido, si el vino tenía más o menos contenido alcohólico.

Elena respondió, riendo, que ella también lo sabía: dependía de si el vino al caer por la copa formaba lo que se conoce como “lágrima”.

Él se sonrojó al darse cuenta de que había pecado de vanidoso. Al bajar la mirada, se fijó en los curiosos zapatos que llevaba la muchacha: eran planos, cubrían sus tobillos, tenían cordones, eran de ante marrón y pensó que servirían perfectamente para hacer senderismo – e incluso dar volteretas– por cualquier pradera.

Elena se dio cuenta de la atención que recibía su calzado, y a la pregunta no formulada contestó:

– Son para bailar mejor.

lunes, 10 de enero de 2011

Insomnio

Muchas noches, apenas duerme.

En la oscuridad de la habitación, acostado, intercala momentos en que mantiene los ojos abiertos, vigilante por si el sueño viene, con instantes en que los cierra, apretando los párpados con fuerza, frustrado e impaciente.

El mecanismo de contar ovejas parece una broma cruel, cuando el número supera al de churras y merinas que pastan, indiferentes a insomnios ajenos, por los campos de España.

En invierno, pese a la calefacción y a cobijarse bajo sábanas térmicas, dos mantas y un edredón, el frío se le cuela por los huesos. Entonces, su cuerpo recuerda la posición que tomó en el útero materno, y con los codos y las muñecas flexionadas, agarra todas las capas para ajustarlas bien alrededor de su cabeza.
La situación no mejora en verano, ya que las sábanas más finas le producen un calor insoportable y el sudor que emana hace que se conviertan en su segunda piel; cuando las aparta a un lado o simplemente las arranca del colchón, la corriente de aire que provoca le produce escalofríos y vuelve a cubrirse con la sábana empapada, repitiendo el mismo ciclo una y otra vez.

En ambos extremos climáticos, a la mañana siguiente, el resultado es el mismo: tiene todos los músculos doloridos, como si en lugar de haber estado tumbado hubiera participado en unas cuantas peleas.

Dicen que las preocupaciones quitan el sueño, pero últimamente, no tiene ninguna. Bueno, una tan sólo, carecer de preocupaciones. Parece que esto también puede quitar el sueño.