domingo, 19 de enero de 2014

El viaje de Elena (¡Feliz cumpleaños!)

En el interior de aquel tren de alta velocidad, no cesaban de moverse los diferentes pasajeros: en busca del asiento asignado en sus billetes, colocando el equipaje, o tratando por todos los medios de establecer contacto visual con las personas que, en el exterior del vehículo, esperaban a que llegara la hora indicada para decir adiós con la mano.

Elena no tardó en encontrar su asiento de ventanilla, en la parte central del coche número 4.  Ya frente a él, sus pies decidieron que era hora de izar la bandera blanca, que se rendían tras haber soportado a ese cuerpecito lleno de nervios durante toda la mañana; necesitaban un descanso, así que, simplemente, Elena se dejó caer. Por primera vez en los últimos días de vorágine de preparativos para el viaje, tenía un momento, por breve que fuera, en el cual estaba forzosamente ‘ociosa’. Su cerebro se dispuso a festejarlo, reflexionando acerca de lo que estaba por venir, y causando, así, los primeros sentimientos de vértigo.

De manera intuitiva, como para sacudir esos temores, Elena giró su cabeza, y echó un vistazo rápido, algo clandestino y desconfiado, hacia la parte trasera del vagón, situada a escasos metros, para comprobar, aliviada, que allí seguía su gran maleta. A pesar de sus enormes dimensiones, en ella sólo cabía una diminuta parte de las pertenencias materiales de su poseedora, aquellas elegidas para acompañarla en este trayecto de más de mil kilómetros de distancia.

El tren inició la marcha y Elena movió la mano para despedirse de sus padres.
Siempre le había gustado viajar, aunque ningún viaje anterior era comparable a éste. 

Decidió aprovechar la localización de su asiento, para contemplar el paisaje, pero chocó con su reflejo en el cristal: su pequeña nariz, su boca con leve muesca de preocupación, su melena frondosa y unos ojos devolviéndole la mirada, brillantes por culpa de esa añoranza impaciente que inunda el corazón aun antes de abandonar la frontera de lo querido. Para sentirse algo más arropada, palpó y atrajo hacia sí con cuidado su desgastada mochila de cuero, y una incipiente sonrisa comenzó a dibujarse en las comisuras de sus labios. Recordó como desde pequeña, cuando todavía tenía sus hermosos rizos a raya con un peinado estilo ‘a lo garçon’, siempre demostró su espíritu inconformista y aventurero. Solía discutir con su madre porque no quería llevar paraguas, sino dejar que la lluvia le hiciera cosquillitas en las mejillas, y celebró con euforia el día en que la desafiante tarea de ir al supermercado sola le fue encomendada. Ya entonces, también se perfilaba su naturaleza curiosa y valiente. Unos años más tarde, compraría esa mochila de cuero y el primero de muchos ejemplares de la revista National Geographic, anticipando futuras aventuras.

Todas esas características suyas, unidas a su extraordinaria inteligencia, sólo podían devenir en una creciente pasión por la ciencia, que la llevaba ahora, a un nuevo destino. 


Entre recuerdos y cavilaciones,el tren más rápido de España llegó a la estación esperada. Pero, a diferencia del comienzo del viaje, Elena estaba libre de dudas y se apeó deprisa, ávida de proseguir su aventura.


Violeta africana nacida de un corte de 1cm2 realizado por Elena a una hoja de esta especie