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Ilustración de Javier Pajuelo |
Recostada sobre el
esponjoso césped del parque, Jane meditaba sobre la expresión popular “estar
hecho un mar de dudas”. Sacudía ligeramente la cabeza, ejecutando un movimiento
equivalente al asentir –aunque, desde su posición horizontal-, mientras pensaba
que aquella descriptiva metáfora estaba claramente inspirada en su persona.
Tenía los ojos cerrados,
el ceño fruncido, y ambas manos ocupadas en cercenar briznas de hierba, con
rabioso ímpetu, pero, a la vez, serena indiferencia. “Un mar de dudas”. Y un
mar de contradicciones.
A pesar de su apariencia
exterior tan sólida, yaciente en el parque, Jane se imaginaba flotando a merced
de la corriente de algún océano, inundada por la incertidumbre. Se zambullía en
recónditas aguas, donde multitud de peces la rodeaban y trataban de
apagicuarla, asegurándole que todo iría bien, allá en tierra firme.
Envuelta y protegida por
ese mar en su interior, trataba de recobrar la calma, y reunir las fuerzas para
nadar a la superficie y tomar una gran bocanada de aire.
Pero, en aquella ocasión,
fue tanta la celeridad con la que impulsó su torso a 90 grados de distancia del
suelo, que se mareó completamente, y numerosos peces payaso emergieron a su
alrededor.
(Muchas gracias a Javier Pajuelo, por permitirme utilizar su preciosa ilustración para crear este microrrelato. Podéis encontrar más trabajos suyos en su blog Sustancia Inestable)