Óscar era demasiado pequeño para comprender qué era un "divorcio". Sólo sabía que cuando esa tarde había vuelto del colegio, estaba en su hogar la tía Ester, la hermana de su padre, con dos maletas gigantes. Eran tan grandes que Óscar imaginó que se metía en una de ellas y viajaba por todo el mundo.
De lo poco que consiguió oír de la conversación de los mayores, sacó la conclusión de que su tía había tenido un "lío": parece que había confundido a otro hombre con su marido en varias ocasiones y le había invitado a pasar a su casa; y esto al tito no le hizo demasiada gracia cuando se enteró.
A Óscar le gustaba su tía Ester, porque era divertida, y siempre jugaba con él a juegos inventados, mientras que otros adultos se limitaban a tirarle de los mofletes hasta que le dolían mucho, o le daban besos pringosos con efecto ventosa.
Por eso, el chiquillo se alegró cuando le dijeron sus padres que, temporalmente, iba a ser su nueva compañera de cuarto.
Después de cenar, Óscar le pidió a su tía favorita que le leyera el cuento de Caperucita.
— Está bien.— le dijo con una sonrisa. Y empezó a narrar el cuento.
Cuando la trama estaba justo en el momento en que la niña de caperuza roja se encuentra con el lobo la primera vez, su tía Ester cambió la expresión de su rostro y le preguntó a Óscar:
— ¿No te parece que al lobo le gustaría más un niño tiernito como tú, con esa piel sonrosadita?
Y separando los dedos de ambas manos como si fueran las garras de un temible animal se fue acercando a la cama a paso lento.
— ¡NOOOO! Dile al lobo que en el cuento se come a la abuela, que es más grande y tiene más carne.
Pero eso no detuvo a la tía, que continuaba con la amenaza.
— ¡NOOOOOOOOO!— volvió a gritar Óscar.
Era tarde, pensó Óscar, su tía estaba más y más cerca.
Cuando llegó hasta su sobrinito, Ester comenzó a hacerle cosquillas con los dedos en la barriga y en los pies.
— ¡Noooooo!— imploraba muy bajito, entre carcajadas, Óscar.- Ya no quiero más cuentos, vamos a dormir, anda.
Cómo entenderán las cosas los niños, siempre me ha parecido curioso y peligroso cuando hablamos delante de ellos como si fueran sordos.
ResponderEliminarTodos tenemos alguna tia Ester, no crees?? es maravilloso hacer reir a un niño.
ResponderEliminarBesos ruidosos
Jajajajaja, ¡qué texto tan adorable, Lucía!
ResponderEliminarOye, y muchas gracias por tu apapacho (jajaja). Yo ya estoy muchísimo mejor, bella.
Un gran abrazo y muchos besos.
ya no quiero contar
ResponderEliminarsin ti.
creo q nunca me voy a olvidar de la transparencia en los ojos de los más chiquitos cuando una cosa así, atravieza a la familia..
ResponderEliminarmuertes, divorcios, peleas..
siempre acaban en cuentos..
gracias x hacerme recordar!!
nati en www.loca-mente.com.ar
Muy tierno y entrañable.
ResponderEliminarBesos
Que ternura de relato.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Besos.
Ni el sobrino ni la tía quisieron más cuentos....
ResponderEliminarbesos
Enhorabuena una vez más!! me a encantado
ResponderEliminarBeSoTeS
Lo de confundir a otro hombre con su marido es una buena excusa, jajaja.
ResponderEliminarTierna historia
Besos
Te ha quedado bello y tierno.
ResponderEliminarun placer pasar por tu casa.
Que disfrutes la noche de haloween.
un abrazo.
Precioso, Lucía. Bendita inocencia! Un abrazo
ResponderEliminarYo quiero una tía Ester!, además debe ser recontra linda, jejeje, que me coma vivo!
ResponderEliminarSiempre es agradable ver la perspectiva de un niño ante un suceso adulto.
Besote!
Me sentí absolutamente identificado. También yo, cuando llegaban los momentos cruciales de los cuentos, rogaba que mi tia no siguiera!
ResponderEliminarBien por la tia Ester. Este cuento da ganas de abrazar o mimar a alguien.
ResponderEliminarBesos
¡Gracias por tu felicitación, Lucía! Diego nació el viernes en la noche y fue todo un revolú, jajaja.
ResponderEliminarPróximamente te lo estaré presumiendo, ¿vale?
Siente un abrazo inmenso, guapísima.