La última vez que viví una tormenta con Elena fue hace unos meses, en el piso que yo tenía alquilado en Salamanca. Elena es mi hermana favorita, no en vano es la única que tengo. Como la mayoría de personas que comparten una relación fraternal, encontramos divertido hacernos rabiar mutuamente. Mi hermana sabe perfectamente que tengo miedo a los truenos, no importa que estemos en casa recogidos. Creo que me darían pavor aunque estuviera en un refugio subterráneo.
Aquel día en cuestión, en un arranque de ingenio y de puesta en práctica de sus conocimientos científicos (esos que, desarrollados y madurados, harán que viaje más allá de la atmósfera terrestre en un futuro), encontró un retorcido método de ponerme más nerviosa.
Estábamos las dos sentadas en el sofá verde del salón: en un extremo, yo me acurrucaba tapada con una manta de cuadros beige, y en el otro, ella me daba la espalda mirando hacia la ventana que daba a la calle.
Al rato, cerró ambos puños y comenzó a levantar los dedos de las dos manos, uno a uno, a cada segundo que pasaba, contando los que transcurrían entre que aparecía el fogonazo del rayo y el estruendo del mismo. Y según cuántos dedos hubiera movido, multiplicaba ese número por la velocidad del sonido en el aire (343 kilómetros/segundo), y, con gesto macabro entonaba una cuenta atrás: 5 km, 4 km, 3 km, 2 km.... Mientras, yo trataba de cubrirme hasta la cabeza con la manta, con ese mecanismo ingenuo e inocente de los niños que consiste en equiparar "no ser visto" a "la desaparación del problema".
Desde el butacón que se encontraba un metro más allá, otro inquilino observaba la escena con curiosidad, desviando la mirada de la loca tapada hasta la cabeza, a la chica que estiraba los dedos con sonrisa maléfica.
Finalmente, y para mi descanso, llegó un momento en el que el número creciente de segundos aumentaba mi tranquilidad -la tormenta pasaba-, con lo que mi hermana perdió todo interés en el "juego".
Para Elena y Diego.
ResponderEliminarNo sé por qué amo las tormentas. Ha de ser porque soy un egoísta y sólo pienso en mi seguridad y no veo lo que las tormentas provoca en los desprotegidos de todo.
ResponderEliminarLa inevitable crueldad de los niños... y de los no tan niños (confieso que hace poco más de una semana asusté a mi novia del mismo modo).
ResponderEliminarY confieso también que no quise hacer click allí. Aunque no tenga mucho más que decir, pues, ¿sabes? La lluvia me provoca sensaciones encontradas. Es una mezcla de nostalgia y felicidad. La misma que reverdece los campos puede provocar el desastre, quizá también en uno.
ResponderEliminarUn enorme beso.
...es una carta de amor que se lleva el viento pintada en mi voz, a ninguna parte, a ningún buzón...
Pero qué sofisticada es tu hermana a la hora de dar sustos. Cuidadito con ella.
ResponderEliminarMuy bien por Elena.
ResponderEliminarA ver si espabilas....
:P
Besos.
cuando nos alcanza
ResponderEliminarotro
rayo.
besos
Lo has contado de una forma preciosa. Mmmm, yo les tengo horror a los rayos. Un abrazo grande!
ResponderEliminarQué curioso. A mí me gustan las tormentas, sin embargo, desde niña tengo esa costumbre (que mantengo) de contar los segundos entre relámpago y trueno para saber si la tormenta está cerca o lejos. No sé para qué, pues como dije me gustan, pero no puedo evitar hacerlo.
ResponderEliminarCuenta tu también. Quizá fue así cómo les perdí el miedo
Besos
A mí también me ponen nerviosa esas cosas de la naturaleza, la verdad.
ResponderEliminar¡Te mando un gran abrazo, Lucía querida! Que sepas que todo va encajando en el lugar correcto en mi vida. Ya pasó la tormenta, ahora se vienen muchas cosas nuevas.
¿Tú cómo estás?
Mucha luz.
Tu hermana es una sádica, y no se hable más.
ResponderEliminarEs un miedo que tienen muchas personas y desdeluego tiene su razón; en los pueblos por los rayos que caían, muchas personas le temían a la ira de la naturaleza. Una de ellas era mi madre, que también se llamaba Lucía como tú.
ResponderEliminarTu texto me ha recordado esos momentos y te lo agradezco.
Un abrazo.
Yo, la verdad, no puedo con la lluvia.
ResponderEliminarCordiales saludos.
¡suerte que no llegó a más!
ResponderEliminarMi hermano, cuando yo era pequeña, me perseguía y si me intentaba esconder me sacaba de donde estuviera con tal de reirse. Al final se supera.
Besos:)
Tienes miedo a la tormenta porque no invocas a Santa Bárbara para que te ampare. Textualmente, lo que tienes que decir es: “Santa Bárbara bendita nos proteja”. Yo lo hice una vez y fue acabar de decir la frase y darse el trueno más tremendo que jamás había escuchado yo nunca. Desde entonces, no es que me haya vuelto a acordar demasiado de Santa Bárbara, jaja, pero a lo mejor a ti sí te hace caso.
ResponderEliminarBesos
jejejeje me hubiera gustado estar en el sofá verde ese día!! BeSoTeS
ResponderEliminarCuanto me gustaba a mí ese juego!! Y las tormentas siempre me han atraido mucho. Yo creo que mucho de los miedos que albergamos se han ido creando en la infancia y no se han racionalizado, por lo que permanecen. Pero, ¿quién no tiene miedo a algo?. Un abrazote
ResponderEliminarA mi me gustan las tormentas.
ResponderEliminarCreo que la lluvia siempre trae algo bueno...
Elena
Muchas veces, cuando nos enfrentamos a nuestros fantasmas (llámese truenos, ascensores, volar, soledad o rechazo) descubrimos que lo que parecía un gigante, es, en ralidad, la sombra de un pigmeo.
ResponderEliminarKisses calmados tras la tormenta ***
Muy interesante lista de los Beatles, oiga. Un saludo.
ResponderEliminarImagino la sonrisa maléfica de Elena materializada en una sombra cerca del fuego. Yo creo que haría lo mismo que Elena, aunque ella es mucho más inteligente que yo, con lo cual, cuando digo “hacer lo mismo”, sería ser un poco malo con mi hermano/a, porque claro, eso de la velocidad de la luz...jamás podría pensarlo.
ResponderEliminar¡Un abrazo abrazador!
Cuántas veces habré hecho yo eso con mi hermana...
ResponderEliminarEn los días de tormenta en el pueblo, me gusta hacer bizcochos de chocolate. Pero es un secreto.
Ay Elena... jaja.
ResponderEliminarYo te entiendo, soy igual.
Besitos.
(Compartimos el gusto por los Beatles)