miércoles, 19 de enero de 2011

Un cuento para ti.

Finalmente, había conseguido domar su salvaje melena ondulada, dándole la forma de un moño de bailarina de ballet, y para que ningún mechón travieso se desbordara, lo rodeó con un lazo rojo. Ahora ya estaba casi lista para salir. Se pintó los labios de rojo y se dirigió a su bar favorito.

El lugar tenía mucho encanto: la decoración, desde el papel pintado de las paredes a los sillones tapizados por enésima vez, estaba tan pasada de moda, que daba al local, paradójicamente, un toque de modernidad.

En el techo, sobre la esquina de la barra, se apreciaba la única ruptura con esa atmósfera bohemia: un router wifi. El dueño del bar sabía que ese trasto estropeaba un poco el ambiente creado, pero era un tipo práctico y no estaba dispuesto a seguir perdiendo clientes en favor del cibercafé que había un par de calles más allá.

Elena se sentó en su ubicación preferida, sacó el portátil de su funda y lo encendió. Pidió un café solo y le recordó al camarero que no quería el sobrecito de azúcar, que a ella le gustaban los sabores auténticos. Comenzó entonces a escribir un email a su hermana Lucía, explicándole que en su última visita al laboratorio había descubierto que el olor a tierra mojada se debía a un hongo del suelo llamado “estreptomyces”. Al enviar esta información, sonrió maliciosamente, sabedora de que acababa de romper cualquier encanto que tuviera para la destinataria ese olor. Pensó, divertida, que la teoría de que la ignorancia es la felicidad, debería tener el siguiente corolario: “En ocasiones, la ignorancia preserva la hermosura de las cosas”.

Para endulzar un poco estas ideas, comenzó a soñar acerca de todos los descubrimientos que le faltaban por realizar.

Y mientras ella divagaba, el resto de mesas fueron ocupadas, así que cuando llegó él, no tenía lugar donde sentarse.

Este nuevo personaje miraba a su alrededor, con cara de decepción, hasta que Elena reparó en su presencia y, a pesar de no conocerle, le indicó con la cucharilla – que, por otra parte, sólo servía para marear la bebida amarga- que podía sentarse frente a ella.

Él se fijó en que la chica de moño de bailarina le hacía señas y, tras darle las gracias, se sentó en el lugar indicado, y pidió una copa de vino tinto.

Cuando llegó el camarero con lo ordenado, él comenzó a agitar la copa con un ligero movimiento de muñeca y presumió ante Elena de conocer, únicamente mediante ese meneo al líquido, si el vino tenía más o menos contenido alcohólico.

Elena respondió, riendo, que ella también lo sabía: dependía de si el vino al caer por la copa formaba lo que se conoce como “lágrima”.

Él se sonrojó al darse cuenta de que había pecado de vanidoso. Al bajar la mirada, se fijó en los curiosos zapatos que llevaba la muchacha: eran planos, cubrían sus tobillos, tenían cordones, eran de ante marrón y pensó que servirían perfectamente para hacer senderismo – e incluso dar volteretas– por cualquier pradera.

Elena se dio cuenta de la atención que recibía su calzado, y a la pregunta no formulada contestó:

– Son para bailar mejor.

19 comentarios:

  1. ¡Feliz cumpleaños, Elena!

    Un montón de besos :)

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  2. qué fuerte, también es el cumple de una elena que conozco yo :D

    Gracias por el cuento, como siempre, nu placer leerte :)

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  3. Yo no pretendía romper tu magia, pero me pareció bonito encontrarle el porqué... aunque no fuera nada mágico oler la lluvia del campo en un laboratorio cerrado.
    Me gusta aprender cosas, como que el sabor del café cambia el metabolismo de las células. Y no por ello, le voy a añadir azúcar.

    Muchas gracias :)

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  4. Felicidades Elena.

    Me ha encantado el cuento.. :)
    (soy Carmencita)

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  5. Preciosas tus letras Lucía, tienes ese don maravilloso de llevarnos por ellas. Abrazos!

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  6. Jo Elena qué suerte que te escriban esto el día de tu cumpleaños.

    F E L i c i D A D E S

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  7. El final es un encanto! Tanto saber y lo mejor es ponerse a bailar, inexplicablemente y sin buscar el "pelo en la leche".
    Beso.

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  8. Pues a mí me ha servido para ponerle el nombre a un asesino el “estreptomyces” hace que me asfixie terriblemente. A veces, lo que para unos es restar belleza, para otros es sumar información. La última frase me recordó al lobo feroz. Genial.

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  9. Hoy mi comentario, como el cuento, es para Elena.
    Muchas Felicidades!!!. Que cumplas muchos más y sigas ilustrando a Lucía para que a su vez nos ilustre al resto de las cosas que aprendes.
    Curioso lo del hongo, nunca me había planteado lo del olor a tierra mojada, quizás porque mi nariz tiene una cierta predisposición a oler en exclusiva a remolacha azucarera.
    Del vino tampoco sabía nada, así que cuando tenga ocasión de beberme una copa, haré lo de la lágrima. Aunque si tras la primera copa me bebo una segunda, yo misma sería más fiable que la propia lágrima para determinar el grado de alcohol del vino (y la sangre),jaja, ya que si inclino o meneo la copa como el muchacho y se cae el vino, puedo decir a ciencia cierta, que ese vino tiene muchos grados.

    Besos

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  10. Que maravilloso texto!! y veo que además es un regalo dedicado. Que suerte tienen algun@s ;)))

    Besos enormes

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  11. Otra historia increible, y no sé porque extraña razón al leerla, en mi cabeza el escenario era el Café de Carlos, jeje

    BeSoTeS EnormeS para las dos!!

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  12. Esa frase sobre la ignorancia es muy cierta, como también lo es que para escribir este pausado relato hay que saber, como tú lo haces, conocer lo importante que son los detalles.

    Me gusta mucho.

    Besos

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  13. Mejor que un cuento.
    Fueron felices?

    Besos.

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  14. A-do-ra-ble. Ojalá tuviese uno de esos cafés cerca.


    Un abrazo.

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  15. Que cuento tan encantador! Gracias por pasar siempre por mi espacio, mi talentosa y fiel amiga bloggera... Buena vida, que estés muy bien!

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  16. Felicidades a Elena :)
    Agradecido por otra bonita historia y por un final feliz: qué él encontrara sitio en el bar, que ella le bajase un poco los humos y que ella baile.


    Por cieeerto, me he pasado por El apartamento al ir bajando (o subiendo) para comentar y tengo que decir que es genial y que el miércoles noche no pude evitar dejar de verla (a pesar de tener aún que repasar para mi examen de la mañana siguiente) y que me gustaría mucho que Jack me enseñara a jugar a las cartas o subir en el ascensor de esa empresa tan... familiar.

    Mua!

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