martes, 9 de agosto de 2011

La historia de los sombreros


Ocultos bajo la capa de la cotidianeidad, pasan desapercibidos algunos objetos. Quizá no tengan un alto valor monetario, pero, las historias que esconden los hacen tremendamente importantes para sus poseedores.

Así sucede con estos sombreros que un día se posaron sobre un jardín en alguna parte de miciudad, bajo el sol abrasador de principios de verano.

Hay dos bombines de procedencia dispar: uno descansó durante un tiempo en una tienda de artículos de broma y fiesta, y debía de significar tan poco para su anterior propietario que lo abandonó en las calles de mi querida Salamanca, donde fue recogido. El otro bombín lo compró mi hermana Elena en un concierto de ese gran cantante español que ha hecho de este tipo de sombrero parte de su imagen: sí, tiene escrito en la cinta negra “Sabina”, aunque para ser del todo rigurosos, hay que añadir que ese concierto formaba parte de la gira conjunta de aquél con el gigante Joan Manuel Serrat, “Dos pájaros de un tiro”.

Entre los dos bombines asoma un panamá que compramos un verano en el que te empeñaste en que querías uno, pero eres demasiado menuda y ninguno te ajustaba bien, ¡te sobraba sombrero! Hasta encontrar éste, que tenía el tamaño adecuado.

Cargado de flores está el sombrerito viajero: no se ha perdido una excursión desde que fue comprado. Recientemente, ha sido testigo de una puesta de sol en una playa gallega, una ronda de pescaíto frito en Cádiz,  un paseo por Las Ramblas o una vuelta por El Retiro. Recuerdos me traen también las flores olorosas que anidan en ese florero improvisado. Siempre he pensado que el olfato es el sentido más evocador de todos: ciertos olores me llevan inexorablemente a los lugares y momentos a los que los he asociado. Por eso, guardo un poquito de cada perfume y esencia cuando estos están casi agotados, para darle cuerda a la memoria. Así, el olor de aquel ambientador de sandía me lleva de vuelta al mes en Nueva Jersey o la canela en rama a las tardes preparando arroz con leche en la cocina familiar.

Volviendo a la columna sombrerera, el blanco con una cinta morada llegó como un regalo precioso por vía postal, rodeado de caramelos y una postal de Elvis. Y debo aclarar que era una treta oculta de su remitente, que sospechaba que yo necesitaba un empujoncito para seguir con este lugar (muchas gracias).

Coronando la pila de sombreros se encuentra uno muy especial: es un regalo para mamá, para que lo luzca en el pequeño huerto que cultiva papá, entre los mejores tomates y calabacines. Ella lo ha paseado aún más, por algunos de los senderos más inaccesibles de nuestra tierra -desfiladeros inclusive-. 
Pero bueno, finalmente, un sombrero nunca sabe cuál va a ser su destino.


25 comentarios:

  1. Ya estoy de vuelta.
    Quiero agradecer a Ana estas dos fotos preciosas de sombreros que me ha regalado.
    Y también a Elena y a mi madre que me prestaron sus sombreros y estas historietas :)

    ResponderEliminar
  2. Me encantan los sombreros y más si tienen una historia. Bonita forma de volver.


    Besos.

    ResponderEliminar
  3. Adoro los sombreros!! Me ha encantado tu relato. Y bienvenida! ¿qué tal tu viaje? Un abrazo

    ResponderEliminar
  4. parece obvio ahora que lo dices, pero nunca había sospechado que tras cada sombrero guardaba un secreto...

    ResponderEliminar
  5. Yo quiero que se pongan de moda nuvamente. O los pondré yo a la fuerza.

    ResponderEliminar
  6. El regreso fue muy a gusto... Fue como entender el por qué tu blog tan profundo.

    Saludos, Lu.

    ResponderEliminar
  7. Me encantan los sombreros, es ver uno y mis ojos se quedan remirando su estructura...Una tierna entrada muy bien ilustrada por estos preciosos sombreros.

    Bienvenida y besos desde el aire

    ResponderEliminar
  8. A mí me gustan los sombreros cuando lucen en cabezas ajenas.
    Bonita historia, Lucía.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  9. Me gusta este nuevo look, es más relajante sobre todo en verano, ya sabrás que el negro absorve el calor, y de calor estamos cansadas por aquí.
    Y te agradezco esta explicación de tus sombreros familiares; ese dejarlos caer, como quien no quiere la cosa, en ese cesped que evoca relajo.
    Explicarse es bueno, nos acerca, nos invita a conocernos en este corto espacio de tiempo que tenemos aquí y eso es muy rico y gratificante.
    Me alegro de tu vuelta, y si lo has pasado bien, todavía más.
    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  10. En un tiempo quise tener sombrero. Una tía me regaló uno impresionante, era de paño.
    Cuando regresé a mi casa me lo olvidé en el colectivo. Y ahí se terminan mis historias con sombreros, aunque no con gorras.

    ResponderEliminar
  11. Isabel, la verdad es que el "cambio de look" ya tocaba...jeje. Me alegro de que te guste.
    Y sí, quería contar un poquito de la historia de estos sombreros que van a decorar el blog.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  12. Preciosas historias sombrereras!!
    Estoy de acuerdo contigo en que el olfato es un sentido capaz de evocar los recuerdos más insospechados.
    Un abrazo!

    ResponderEliminar
  13. Por cierto, te he dejado un premio en mi blog. Puedes pasarte a recogerlo cuando quieras. Abrazo!

    ResponderEliminar
  14. ¡Qué gusto leerte de vuelta, Lucía!
    Tú regresas y ahora soy yo la que está lejos de casa, compartiendo momentos con mis dos sobrinitos (que bastante grandes ya están).
    También veo que cambiaste el formato de tu Blog. ¡Enhorabuena! Me encanta.

    Ya nos estaremos leyendo para compartir todas las experiencias de este mes.

    Un besazo y mucho cariño.

    ResponderEliminar
  15. Bocanada de aire fresco leerte de nuevo.

    Me ha gustado mucho la entrada, me siento un poco "sobreroadicta" jaja así que ha sido un doble placer.

    Siempre me he preguntado por el misterioso poder que ejercen sobre la mayoría de nosotros los sombreros, como si el simple hecho de probártelo pudiese dotarte de nueva personalidad o viaje a otros lugares, como si te cubrieses con una capa mágica al colocarlo en tu cabeza :)

    Las fotos que subiste me recuerdan mis sombreros apilados aún en casa de mi madre :)

    Un beso grande!

    ResponderEliminar
  16. El tiempo, más que circular, es una espiral; parece que volvemos al mismo lugar, pero hemos avanzado hacia el infinito...¡siempre hacia el infinito!


    besos

    ResponderEliminar
  17. La vida sombrero a sombrero.
    Muy tierno.

    Besos.

    ResponderEliminar
  18. Jo, me has tocado la fibra sombrerera, hce un par de meses perdí uno de los que más me gustaba, pero como sucedió en Nueva York me sentí hast glamouroso :P

    ResponderEliminar
  19. Antiguamente se solían llevar mucho, pero parece que ya paso aquella época,
    un placer pasar por tu casa.

    ResponderEliminar
  20. Me gustan mucho los sombreros, especialmente los modelos estilo Fedora¡¡¡ tengo un par... ¿sabes como se hace para armarse uno¡¡¡? jajajaj Un an Abrazo

    ResponderEliminar
  21. Pues menos mal que te decidiste a seguir con esto :) A mi me gustan los sombreros cuando sus poseedores no parece que estén forzados a llevarlos, siendo así, seguro que viven mil historias como la tuya :)

    ResponderEliminar
  22. ...je, a mi me gustan mucho los bombines/

    coincido con lo que decís en una parte, el olfato es el sentido con mayor poder evocador; la memoria debe ser una nariz de arena, algo así.

    Bueno, recién vengo. Buenísimo el título del Blog, me quedaré por aquí,
    Un abrazo Lucía.

    ResponderEliminar