En el período de exámenes, siempre nos reunimos ella y yo, a eso de las ocho de la tarde, en un Irish Pub (con sendas Desperados, una con limón, por favor) o en lo verde de la plaza de Anaya. Como por estas fechas no tenemos ocasión de vivir algo emocionante, o incluso, salir a la calle antes del encuentro, hemos hecho un pacto: durante el trayecto hasta el punto indicado en el que nos veremos, debemos crear una historia fantástica acontecida ese día. Tenemos nuestro ránking con los diez mejores relatos que hemos ideado en estos años. En el puesto número uno, como no podía ser de otra manera, el del día que nos conocimos, que, si bien, rompe uno de los presupuestos (no tiene lugar el día que fue contado), ha alcanzado este puesto porque fue creada entre las dos y nos resulta especialmente entrañable:
Ella tenía once años (yo diez) pero ya destacaba entre el resto de niños de aquel parque. La primera vez que nos vimos, yo estaba en un columpio rojo, tratando de lograr la velocidad adecuada para salir disparada y alcanzar la luna. Sabía que el viaje sería largo, por eso, empecé a zarandearme por la tarde, para poder llegar al satélite justo en el momento en el que apareciera en el cielo. Además, elegí la fecha según el estado de la luna: tendría que ser creciente, para que con su piquito de abajo me enganchara los faldones del vestido. Y en ésas estaba cuando apareció ella entre la arena protectora ante caídas infantiles, con su casco amarillo y una pequeña pala. Me resultó curioso el caso de la niña topo, así que le pregunté qué hacía, sin parar de columpiarme. Me dijo que quería llegar a Australia, para encontrar un canguro y pasear por el país en su marsupio. Entonces, ella me preguntó por qué iba tan deprisa mi vehículo, a lo cual, le respondí contándole mi gran plan. Como no queríamos arriesgar el buen fin de nuestras expediciones, prometimos buscarnos tiempo más tarde, e intercambiamos nuestros nombres. Cinco años después, coincidimos dando un paseo aéreo, yo agarrada a mi cometa de colores, y ella encima de un águila, así que, aprovechando el transporte y el viento a favor, decidimos darnos una vuelta por la península ibérica. Y desde ese día no nos hemos separado más de dos meses.
Lo que realmente sucedió fue que en la tercera semana de universidad, en la cafetería, me tropecé con los cables de su portátil, y se me cayeron todos los apuntes al suelo, encima de un café derramado. Como todo el cable se había enredado entre mis zapatillas, se desenchufó el portátil de la luz, y perdió su trabajo sobre la historia del mueble, cuyos cambios se había olvidado guardar. En vez de maldecir nuestra perra suerte, empezamos a reírnos a carcajadas, por ser tan desastrosas. Y desde ese día no nos hemos separado más de dos meses.
Para quien "puede presumir de mucho".
ResponderEliminarCuídate.
Un achuchón :)
Ay Lucía, creo que esta historia es entre las más bellas y dulces que jamás hayas escrito.
ResponderEliminarMe encanta la carga de optimismo, además de la de amor hacia ella y el buen humor necesario para sobrellevar pequeñas desgracias que nos acontecen a diaro y que tendemos a magnificar descuidando lo importante.
Que me has sacado brillo a los ojos!
Beso grande grande, hasta la luna o Australia, hasta el último bit perdido de ese trabajo que alimentó esta entrada.
Evidentemente se han querido desde un principio, pues tal situación resultó en una amistad y no en un homicidio calificado. Me alegro por ello y por ti, que ya has tenido tu graduación!!! Felicitaciones, Lucía!!!
ResponderEliminarEs sencillamente hermosa esta historia. Me han dado ganas de volver a mi niñez y soñar un poco más. Quizás esta tarde dé un paseo por la plaza y me detenga un momento en las hamacas. Si así sucede, te estaré agradecido.
Un enorme beso.
P.S.: no puedo evitar entrar a tu blog y comenzar a cantar.
...vuela esta canción
para ti, Lucía...
Bonita historia, sí señora.
ResponderEliminarMenudas cosas que salen de debajo de tus sombrero ;)
Precioso relato, cargado de sueños y de ilusión. Pero lo más bonito de todo es que tras esa historia se esconde una dulce amistad. Que dure.
ResponderEliminarUn abrazo
ME ENCANTAAAA!!
ResponderEliminarAhora mismo solo puedo pensar que ojala todo el mundo pudiera vivir o sentir historias asi!!
En cuanto a ti, autora, GRACIAS, GRACIAS GRACIASSSSSSSSSS!!!! por estar ahi siempre y sobre todo por hacermelo sentir asi.
Sobra decirtelo, pero te recuerdo que, SIEMPRE te estare esperando a las ocho de la tarde en un Irish Pub, o estare al lado de tu columpio rojo para poder ir contigo a la luna, o si eso no fuera posible impulsarte para ayudarte a que consigas lo que te propongas, o simplemente estar ahi a tu lado, para poder compartir contigo muchisimos momentos mas, eso si, te dejaria mi casco amarillo para que no me olvidaras, jeje!
Gracias tambien por tus brillantes historias que aunque sea solo por un instante, hacen soñar y dibujan sonrisas!!
Muchisimos BesoteS, un ChuchoN ENORMEEEE, y...hasta pronto!
marta
P.d-. es buena hasta la musica!! OLE MI LUCI!!
De tanto quitarme el sombrero para descubrirme ante ti, me he quedado calvo.
ResponderEliminarNo se porque esta mini historia me ha recordado un escrito de Elena (desde Inglaterra),en el que decía que en su futuro siempre habría una maleta preparada para volver a casa.
Quizás porque ambos escritos me han commovido. Me ha recorrido la misma descarga eléctrica que entonces.
Un vaso de vino blanco (ya sabes, uva malvasia de Lanzarote), un pan tostado con aceite de oliva y queso de esta tierra y este escrito tuyo, rellenan una mañana de domingo cargada de trabajo.
Espero que Marta ya esté bien.
Qué bonito cuento, qué bonita historia y qué genial amistad. Hay personas con las que desde un principio nos sentimos unidas para siempre, no sé qué es, pero sabemos (y el tiempo a su lado confirma) que teníamos que encontrarnos para no volver a separarnos (más de dos meses).
ResponderEliminarTe felicito
Besitos
Jajajaja, me parecen maravillosas esas amistades. Y el video me puso muy de buenas. Esas tres chicas son maravillosas, también sus vestidos.
ResponderEliminarMuchos besos, Lucía. ¿Cómo vas con Murakami? :)
Que extraordinarias sensaciones tengo al leerte, vuelven los aromas, el aire cargado de colores y aventuras, y esa hermosa realidad de amistades que perduran en el tiempo y que engrandecen el alma. Bellísimo Lucía. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarPreciosa historia, Lucía. Me ha encantado. Un beso enorme.
ResponderEliminarMis amigos....mi tesoro ;)
ResponderEliminarBesos espontáneos
Hay que ver qué cosas tiene la vida. Está claro que estábais destinadas a encontraros. Y ¿sabes qué? Me alegro porque ahora puedo leer vuestros relatos.
ResponderEliminarUn besazo
volvía de buscar el norte, a caballo
ResponderEliminardel aire.
(biquiños)
Ay Anaya, qué ganas de estar un poco más descargado para disfrutar de la sombra de los abetos con un buen libro :)
ResponderEliminarEsa es un amistad a prueba de bombas.
ResponderEliminarQue la disfrutéis.
Besos.
Vaya! qué coincidencia que os volvieseis a encontrar años mas tarde y que, además, aun después de todo el desastre que provocaste al tropezarte con sus cables, os diera un poco igual lo perdido y os rieseis jajaja :)
ResponderEliminarUn abrazo!:)
P.D->Muchas gracias por tus palabras de ánimo referido al premio :D
Menuda amistad. Imperecedera!
ResponderEliminarbesossss
Con una amistad tan llena de magia, me has dado ganas de ver a mis amigos para darles un abrazo sin explicarles el por qué jajajaa.
ResponderEliminar¡Otro para tí! ^___^
amistades como esas hay pocas. Es genial encontrar a una amiga "alma gemela". Yo conocí a mi amiga alma gemela hace tres años y desde entonces somos como hermanas. Un abrazo
ResponderEliminarUna ansiaba surcar el cielo para ganar la luna, la otra sumergirse en la tierra para alcanzar Australia... imposible no aliarse para siempre.
ResponderEliminarLinda historia. Me gustó leerte.
ResponderEliminarGracias por visitarme.
Saludos!
Hay algo notable en todo esto, ambas historias (tanto la real como la de ficción) son divertidas. La verdad que tienen imaginación uds o un periodo de exámenes muy amplio jeje.
ResponderEliminarMe causó gracia la historia fantástica, sobre todo imaginar eso de querer viajar a Australia para andar en canguro.
Un abrazo!
Creo que estos dos meses están pasando demasiado despacio......
ResponderEliminarBeSoTeS